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Mensaje por Golden Freddy Jue Abr 02, 2015 6:51 am

Introducción

La sombra se levanta de nuevo en el Este. El mal se respira en el propio aire. Bilbo Bolsón está de nuevo involucrado en un viaje del que no podrá escapar junto con el istari Gandalf el Gris y la compañía de los enanos de Erebor, incluyendo a Thorin, Fili y Kili. Unos Cristales misteriosos y extraños han aparecido en todos los rincones de la Tierra Media, pero, ¿son para bien o para mal? En esta aventura un destino más oscuro aguarda al inocente mediano de La Comarca. ¿Sobrevivirá esta vez?

I: La historia no termina ahí...

Hace ya unos años que los enanos de Erebor reclamaron su reino, pero la historia no termina ahí... Hay otros asuntos que resolver, y uno se aproximaba.

Todo comenzó la mañana del 21 de septiembre, en La Comarca, en la Cuaderna del Oeste, en Hobbiton. Alguien de allí esperaba con impaciencia que pasara ese día. Un hobbit cuyos apellidos eran Bolsón y Tuk. Más fácil no puede ser, ¡Bilbo Bolsón! El día siguiente era su cumpleaños, cumplía 54 años, y también se cumplían 2 años desde que cruzó el Río Rápido en barriles y llegó a Esgaroth, la Ciudad del Lago, pero allí estaba demasiado ocupado como para pensar en su cumpleaños, aparte de que lo único que pudo decir fue "mucha gracia" por culpa del catarro que pilló. Tenía la fiesta bien organizada, hasta iba a ir Gandalf con sus fuegos de artificio (pues los que él fabricaba eran espectaculares). Bien, ahora vayamos a lo raro. Durante esos años, Gandalf no había aparecido ni un solo día en La Comarca, ni siquiera para ver a Bilbo. Se tenían que escribir cartas para hablar, y el mago le contestó al hobbit que iría con mucho gusto a su fiesta de cumpleaños, pero Bilbo sospechaba que no iba a ser así. Volvamos al presente. El hobbit tuvo muy malos presentimientos pensando en que algo otra vez inesperado iba a pasar, pero se decía a sí mismo: "Tranquilo Bilbo, tranquilo. Mañana es tu cumpleaños y en estos últimos años no ha pasado nada, ¿por qué tendría que pasar algo ahora?" Pero aun así seguía sospechando algo. Llegó el mediodía y el día soleado se convirtió en un día de viento. La hierba se agitaba fuertemente a causa del viento. Bilbo pensaba que si continuaba el mal tiempo no podría hacer la fiesta de cumpleaños, por lo que se sintió algo triste. De pronto, se desencadenó una fuerte tormenta en la que los rayos caían sin parar y los truenos no paraban de sonar, a eso se le unió la fuerte lluvia y el viento que arrasaba todo cuanto había a su alcance. Bilbo estaba asustado de tan terrible tormenta otoñal. Entonces, algo golpeó con fuerza su puerta verde y redonda, que ahora estaba cubierta de arañazos y la pintura verde se convirtió en gris. Esto hizo que el hobbit se sobresaltara mucho, y pensó que tan solo había sido el viento. Se volvieron a oír golpes en la puerta y Bilbo lo ignoró otra vez. Luego, un rayo se vio frente a la ventana del salón del hobbit, y con él una silueta familiar. -¡Bilbo Bolsón Tuk, como no abras la puerta tendré que entrar por la fuerza!- ¡Era Gandalf, Gandalf el mago gris! Bilbo no sabía qué hacía frente a su casa en un día tan terrible, pero supuso que no era nada bueno. Salió corriendo hacia la puerta y la abrió para dar paso a un mago empapado con un manto gris, bufanda plateada y gorro puntiagudo azul. -¡Discúlpeme, Gandalf! Pensé que tan sólo era el viento lo que golpeaba a la puerta. ¿Se puede saber qué diantre hace aquí con un día de semejante tormenta? Si quiere se puede quedar aquí hasta que amaine.

-¡No hay tiempo, viejo amigo! Tenemos que apresurarnos, no nos queda mucho tiempo.

-No, no, no, no pienso salir de nuevo de Hobbiton o La Comarca.

- ¡Prepara tu equipaje, Tuk insensato!

- ¡No soy un Tuk, soy un Bolsón, de Bolsón Cerrado!

- ¡No me hagas enfadar o lo pagarás caro!-Gandalf se enfureció y de pronto una sombra cubrió toda la casa. - ¡Prepara el equipaje, YA!

-C-Claro, c-como o-ordene, s-señor G-Gandalf. -El pobre hobbit estaba muy asustado, y no tuvo más remedio que hacer lo que el mago le pedía. Cogió una mochila, ropa de repuesto, comida, una manta, a Dardo (su espada), un bastón, el Anillo y pañuelos (desde la última vez que salió va con más precaución). - ¡Corre Bilbo, rápido!

- ¿Qué se supone que está pasando?

-Más tarde lo averiguarás, ahora nos esperan en Rivendel.

Salieron por la puerta de Bolsón Cerrado, y Bilbo casi cae puesto que no se había acostumbrado a tal tormenta. Intentó divisar las colinas, pero entre el viento y la lluvia poco podían ver sus ojos de hobbit. Gandalf le hizo correr a toda velocidad a través de Hobbiton; saltando vallas, evitando objetos que el vendaval traía consigo... El pobre Bilbo tropezaba y caía más de una vez, pero una vez se acostumbró al tiempo, parecía que sus ojos podían ver con más claridad que antes incluso. Llevaban corrido ya un buen trecho, hacía ya unos diez minutos aproximadamente habían pasado al lado de "El Dragón Verde", y a Bilbo y a Gandalf les empezaban a fallar las piernas.

-Gandalf... ¿Tendremos que seguir corriendo mucho más...? -Preguntó Bilbo, exhausto.

-No mucho, amigo, pues dejé por aquí cerca el caballo con el que llegué. -Contestó Gandalf.

Bilbo asintió, o eso intentó. Corrían ahora de nuevo por colinas, solo que desiertas y con la hierba arrancada. Las flores habían desaparecido de todos los sitios en los que alguna vez hubo, y ahora andarían volando por ahí con el viento. Se divisaba ya cerca una zona llana, verde también, que debía ser donde el mago había dejado su caballo, si aquella tremenda tormenta no se lo había llevado ya. Llegaron a una colina alta y empinada, y Bilbo pensó por un momento que no podría llegar a la cima, ni mucho menos. Gandalf caminaba rápido apoyándose en su bastón, mientras que el hobbit iba detrás de él como podía ayudándose a subir con su bastón también. El camino se le hacía eterno, y entonces el mago reparó en que a Bilbo no le quedaba ya casi fuerza alguna, con lo cual le tendió una mano y lo llevó sobre su hombro como podía. Llegó al fin a la cima, después de varios minutos trepando por la colina. Soltó al hobbit y le indicó que corriera colina abajo puesto que cerca había una especie de posada o algo parecido, pero muy pequeña claro. Bilbo asintió y los dos corrieron a gran velocidad ahora bajando la colina, mientras las finas gotas de lluvia les impedían ver con claridad el suelo o si había algo próximo a ellos. Terminaron la bajada, y los dos vislumbraron una pequeña cabaña o casa, que probablemente sería esa posada o lo que fuere. Volvieron a iniciar la carrera y les parecía imposible llegar puesto que sus piernas ya casi ni reaccionaban, además de parecer que se acercaban al ojo de la tormenta. Bilbo pensó por un momento que no lograría sobrevivir a tal temporal, que le podía caer un rayo o algo por el estilo. Divisó entonces en el cielo, entre las nubes negras, un pequeño rayo de luz traspasarlas, y no era un relámpago, sino un rayo de sol que logró colarse en el oscuro cielo; como si aún le quedasen fuerzas para salir. El hobbit pareció tener un buen presentimiento incluso, y fue en ese momento cuando pudo ver la luz de aquella pequeña cabaña más cerca, solo a unos metros más lejos de su posición. Hizo un último esfuerzo y comenzó a correr con más velocidad incluso que antes, o lo que sus piernas agotadas le permitían. Pero entonces, lo que pareció ser una visión apareció en su mente al parpadear. Lo único que pudo ver fue un resplandor azul y una silueta que no pudo distinguir, aunque pensó que podría haber sido que el agua de la lluvia y el viento sucio le empezaban a afectar a la vista. Gandalf le tendió una mano porque empezaba a quedarse atrás, y al fin llegaron a aquella cabaña.

- ¿Estás bien, Bilbo, estás herido? -Preguntó Gandalf para asegurarse de que al hobbit nada le pasaba.

-No, o eso creo y espero. Entonces, dime, ¿tenemos que ir a Rivendel? Pero, ¿por qué? -Preguntó Bilbo mientras el mago desataba a un caballo marrón y blanco de su estacionamiento.

-Por el camino te iré informando, no te preocupes.

Bilbo asintió y miró a Gandalf subirse al caballo y después tenderle una mano para que se subiera. Pero se había quedado embobado, pensando en qué asuntos le tendrían que llevar a él a Rivendel, y entonces el mago lo sacó de sus pensamientos.

- ¡Rápido, sube Bilbo! Ya tendrás tiempo para pensar en el camino. -Exclamó mientras cogía al hobbit de la mano y le ayudaba a subir.

Bilbo se sentó delante de Gandalf y se agarró un poco a la crin marrón del caballo para no caerse. El mago dio la orden al caballo y comenzó a galopar por la llanura luchando contra el viento y la lluvia.

-Gandalf, por favor, explíqueme ahora por qué vamos a Rivendel, ¡esto es demasiado extraño! - Preguntó de nuevo Bilbo, que ansiaba una respuesta.

-Es una historia muy larga Bilbo, pero si lo desea, se la puedo resumir. - Contestó Gandalf, mirando al frente.

-¡Por favor!

-Bien, verás, Bilbo, no habría recurrido a tu ayuda si esta misión no fuera importante. De nuevo se puede sentir el mal en la Tierra Media. Las águilas de las Montañas Nubladas se alertan y graznan, los lobos aúllan en los montes anunciando malos presagios. Lo único que soy capaz de revelarte en este momento es que la oscuridad se alza de nuevo en el Este, amenazando con dominarlo todo.

- ¿Queréis decir que estamos de nuevo en un grave peligro? Supongo que más no podrá contarme sobre esto hasta que lleguemos a Rivendel... Pero, si me permite, tengo una pregunta más que hacerle. ¿Por qué yo?

-Bueno, mi viejo amigo... Lo creas o no, eres el más adecuado para esto. Ni tú y ni siquiera yo mismo e incluso el más sabio de los sabios sabe cómo es posible, ¡pero así es! No sé si será por tu carácter o por tus habilidades que nadie en este mundo conoce menos tú, pero albergas un gran poder en tu interior que puede salvarnos a todos los habitantes de la Tierra Media.

Entonces, escucharon un aullido a sus espaldas seguido de un sonido de animales galopando muy próximos a ellos. Bilbo giró la cabeza y entre la lluvia divisó tres grandes formas persiguiéndolos.

-Gandalf... -Dijo, sin quitar la vista de lo que les seguía.

El mago giró su cabeza también y apuntó a las formas con el bastón

-Son huargos, han seguido nuestros pasos. -Dijo, mientras sujeteaba a Bilbo para que no cayera del caballo.

Sujetó con fuerza la vara sin dejar de apuntar a sus enemigos.

-Elenion ancalima! -Gritó y un fuerte destello seguido de un trueno se dirigió hacia los huargos.

Bilbo continuaba mirando hacia atrás, asombrado. Todavía no sabía qué hacía él en una situación como esa de nuevo o por qué tenía que ser él otra vez el que salvase la Tierra Media, por lo visto. Cuando salió de sus pensamientos cayó en cuenta de que los oscuros huargos los estaban alcanzando.

-Gandalf, ¿qué hacemos? -Preguntó mientras el istari intentaba acabar con los grandes licántropos.

-Tranquilo, Bilbo, tengo un plan. -Miró hacia adelante de nuevo y una mariposa apareció ante sus ojos.

El hobbit sabía ya qué tramaba Gandalf. El mago susurró unas palabras al insecto y éste salió volando lo más rápido que pudo.

-¿Llegarán pronto? -Preguntó Bilbo, volviendo a mirar adelante.

-Menos de lo que esperas. -Respondió Gandalf.

El mago le indicó a su montura que acelerase la marcha y ésta lo hizo, alejándose solo un poco más de los huargos. Entonces, las nubes se empezaron a disiparse lentamente y el aire que se levantaba ahora era cálido. Bilbo miró hacia arriba y observó unas grandes figuras sobrevolando el cielo. Un graznido se eschuchó en lo alto y una de aquellas grandes figuras pasó sobre sus cabezas a gran velocidad. La lluvia había cesado ya y el sol radiante se levantaba en el cielo. Bilbo se quedó observando a aquellos seres: las águilas de las Montañas Nubladas. Eran en verdad majestuosas y fuertes, por algo Gandalf las había llamado. Las tres águilas que llegaron cogieron a los huargos en sus garras mientras volaban más alto y después los arrojaron lejos. El hobbit seguía mirándolas, impresionado.

-Ahora debemos cambiar de montura, Bilbo. -Dijo el mago.

Bilbo asintió y se sintió feliz por el hecho de poder volar de nuevo sobre una de aquellas aves gigantescas. Gandalf paró al caballo para bajar de él y ayudar a Bilbo a bajar luego, y después hizo un gesto para indicar al equino que podía marchar ya, y así lo hizo. Dos de las grandes águilas se posaron en el terreno para que mediano y mago pudieran montar sobre sus lomos. Ya acomodados en las aves, emprendieron de nuevo el viaje a Rivendel.

-Gandalf, espero que en Imladris me aclaréis más las dudas. -Rió Bilbo.
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Mensaje por Golden Freddy Jue Abr 02, 2015 6:52 am

II: Un nuevo Mal nos amenaza.

Ya habían pasado dos horas. A Bilbo y Gandalf les quedaban sólo unos minutos para llegar a Rivendel cuando el Hobbit despertó. -¿Ya llegamos a Rivendel? -Preguntó, bostezando. -Ya falta muy poco, ahora tenemos que caminar. -Las águilas los dejaron frente a una roca, la misma por la que fueron hace unos años hacia Rivendel. Caminaron por el pequeño y estrecho camino apretujados por las paredes del valle. Salieron de aquel pasadizo y por fin llegaron. En la entrada los esperaban diez enanos, como no, los diez enanos que acompañaron a Bilbo en su viaje hacia la Montaña Solitaria y sobrevivieron: Dwalin, Balin, Dori, Nori, Ori, Oin, Gloin, Bifur, Bofur y Bombur. El hobbit se alegró al volverlos a ver, pero se entristeció un poco también, pues ya no eran trece los enanos que lo esperaban. Entonces, Bilbo, con algo de curiosidad, preguntó a Gandalf. -¿Qué hacen aquí los enanos? ¿No vivían en Erebor?

-Sí, pero algunos volvieron unos días a Ered Luin, las Montañas Azules, pues habían recibido noticias de que los orcos podrían atacar la zona, y fueron para defender esas tierras, además quedaban unas cosas por transportar a Erebor. Les mencioné lo de la misión, y no dudaron en acompañarle.

-Tengo una pregunta más, Gandalf, ¿tendremos que cruzar el Bosque Negro de nuevo?

-Sí, mas esta vez no será como hace unos años "O eso espero...".

-Menos mal, ya tenía miedo de volver a ver esas arañas.

Entraron todos a un salón de reuniones y se sentaron. Allí les esperaba Elrond. -Bienvenidos sean, enanos, Gandalf y hobbit. El asunto que nos ocupa es de gran importancia. He recibido noticias del mago blanco, Saruman. Al parecer, un ejército de orcos planea atacar las zonas montañosas y las tierras del este y del sur. Los enanos ya sabréis que atacaron Ered Luin, pero acabasteis con ellos. Bien, pues ahora desde las Montañas Nubladas piensan atacar Ered Mithrin, las Montañas Grises. Harán lo que sea para conseguir uno de los Cristales Mágicos, y además podrían ser aliados de un dragón.

-¿Cristales Mágicos? -Preguntó Bilbo.

-Así es. Unos Cristales de unos poderes extraños. Si alguien cogiera uno de esos Cristales... se podría volver inmortal y tener la capacidad de paralizar el tiempo, e incluso podrían pasar cosas peores... -Le respondió Elrond. -Hay un Cristal en cada rincón de la Tierra Media, e incluso en La Comarca. Están bien escondidos y normalmente están protegidos bajo una especie de magia impenetrable, pero esa magia se ha roto. Sabemos quién la rompió, Läfnir.

-¿Läfnir? ¿Quién es Läfnir? -Preguntaron los Enanos y el Hobbit.

-Es un elfo, pero no un elfo normal. Es oscuro y avaricioso, además de mentiroso. Un elfo maligno que quiere apoderarse de los Cristales Mágicos para hacerse con la Tierra Media. Sus elfos y los orcos se han aliado, pero no saben que Läfnir los traicionará. Sabe algo de magia negra y con ella rompió la protección de los Cristales Mágicos. Su primer objetivo es encontrar el Cristal de las Montañas Nubladas, creemos que intentará convencer a los trasgos para que le sigan en su oscuro plan.

-Pero, ¿de dónde han salido esos Cristales? -Preguntó el siempre curioso Bilbo.

-Se cree que son estrellas caídas del cielo. Cayeron en los inicios de la Tierra Media. Allí se encontraban los Valar, los antiguos gobernadores de la Tierra Media y otros lugares del mundo. Al verlos, pensaban que si caían en manos de Melkor, también conocido como Morgoth, el primer Señor Oscuro, podría dominarlos a todos, por lo que los escondieron bajo llave con los poderes que les entregó el gran Ilúvatar, el creador. -Explicó Gandalf. -Claro que es tan sólo una leyenda.

-Así es, mi buen amigo. Los Valar creían que Ilúvatar los había fabricado con algún fin de capturar a Morgoth. Por eso, Manwë, hermano de Melkor, ordenó esconderlos en todos los lugares de la Tierra Media donde no se pudieran encontrar, y por si alguien los encontraba, los protegieron con magia. Nadie sabe cómo pudo Läfnir romper esa magia impenetrable. -Dijo Elrond.

-Entonces, ¿tenemos que evitar que Läfnir y su ejército consigan los Cristales Mágicos? -Dijo el enano Bofur, que parecía haberlo entendido todo.

-Así es, Bofur. Primero debemos ir a las Montañas Nubladas. -Dijo Gandalf, sacando un mapa. -El segundo lugar son las Montañas Grises, pero antes tendríamos que pasar por el Bosque Negro. Y por último llegaríamos a Erebor, la Montaña Solitaria. Parece un camino fácil, pero no hay que fiarse. -Explicó el Istar.

Se marcharon entonces Bilbo y los enanos del lugar, dejando a Gandalf y a Elrond solos. Aún tenían algunas cosas que tratar y dudas que el mago debía aclarar.

-Elrond, ¿qué pretendemos conseguir ahora con esta misión? -Se aventuró a preguntar Gandalf.

-Salvar la Tierra Media, por supuesto. Ese elfo oculta más cosas de las que creemos saber. -Respondió Elrond.

-Dudo que de verdad estemos seguros de la procedencia de esos Cristales, pues hasta ahora eran totalmente desconocidos, ¿por qué ahora?

-Eso no podría decirlo ni el más sabio por el momento, Gandalf. Todavía necesitamos indagar más sobre este tema. Aunque, si me deja preguntarle, ¿por qué Bilbo de nuevo? ¿Qué tiene que ver con este asunto? Creo que tuvo bastante con el dragón, es solo un inocente hobbit.

-Bien, Elrond, creo que este mediano esconde más de lo que sabemos y él puede saber. Ya no es tal y como lo recuerdas del anterior viaje, ha cambiado. Además debo decir que nunca volverá a ser el mismo, y también que entre las cosas que oculta podría haber algunas que nos sirvan en este encargo o misión.

-Si así lo crees, no diré que tu opinión no es cierta. Mas he de decirte que esta vez será más peligroso: no sabemos a qué nos enfrentamos exactamente. ¿No te preocupa lo que pueda ocurrirle? Ni él ni los enanos tienen nada que ver con este asunto que nos ocupa.

-Por supuesto que me preocupan, y creéme que no los metería en esto si no fuera totalmente necesario. Pero creo que aún les queda un importante papel por desempañar, sobretodo al mediano.

-Pues supongo entonces que tardaré tiempo en comprenderle, Gandalf, y ahora creo que de momento debemos aplazar esta conversación, me reclaman otros asuntos en el valle.

-Marche si debe hacerlo, Elrond, yo aún tengo que aclarar mi mente y reflexionar sobre todo lo que hemos hablado.

Se fue el medio elfo de la sala, no sin antes echar una última mirada a Gandalf. En verdad el Istar se preocupaba por sus compañeros, mas cierto es que no tenía otra opción, pues si la hubiera tenido ni Bilbo ni los enanos estarían ahora mismo ahí. Reflexionó sobre todo lo que había escuchado sobre los Cristales, y no le pareció que pudiese ser real esa manera en la que aparecieron. No, no podía ser cierto que Eru los enviase si tan peligrosos eran. Pero, ¿de qué otra manera podrían haber aparecido en la Tierra Media sino? Muchas ideas pasaron por la cabeza de Gandalf, disparatadas la mayoría de éstas. Desde luego no tenía otra teoría mejor que creer, a no ser que...

-"No, no puede ser. Déjalo, Gandalf, es inútil. Más estúpido es aún creer que su origen puede ser ese, pronto lo descubrirás, pero hasta entonces has de permanecer tranquilo." -Pensó para sí mismo.

Había caído ya la noche y la luna refulgente se reflejaba en las pequeñas cascadas y las fuentes de Rivendel. Se dispusieron Gandalf y compañía a cenar junto con Elrond. Los enanos se comportaron de una manera lo suficientemente adecuada para su comportamiento habitual, a decir verdad. No causaron ningún destrozo, al parecer, y la cena se hizo amena ya que todos necesitaban descansar. Todos tenían cuartos asignados y se marcharon pronto a dormir a éstos.

Bilbo estaba algo más alejado de ellos, pero no le importaba demasiado, así no los escucharía roncar. Le dolía la cabeza desde hace ya un buen rato, lo más probable es que fuera por el viaje, aunque no lo sabía muy bien. Aunque, antes de dormir, decidió darse un baño para intentar despejar su mente. Afortunadamente en su alcoba había un baño, algo pequeño pero era un baño. Llenó la tina de agua y se desvistió para sumergirse en ésta, encogiéndose. Necesitaba relajarse y pensar pero, ¿por qué él? ¿Por qué volvía a estar metido en una peligrosa aventura como la anterior? No sabía por qué le ocurría esto a él, un hobbit inocente y curioso que en su vida esperó haber visto a un dragón con sus propios ojos, y menos aún participar en una guerra. Dejó de pensar y cerró los ojos y se relajó, intentando evadir los pensamientos que se le venían a la mente. Pero por un instante le sucedió lo mismo que cuando iba en el caballo junto con Gandalf, una especie de visión. A lo mejor era una visión o a lo mejor no lo era, pero lo que importaba era lo que había visto. De nuevo ese resplandor azul, y esta vez vislumbró incluso un brazo, podría tratarse de alguien tendiéndole la mano, mas no sabría asegurarlo. Abrió los ojos, sobresaltado, y entonces cayó en la cuenta de que no era nada importante. Salió de la tina y se volvió a vestir, esta vez con algunas telas que habían dejado los elfos. Eran blancas y suaves, le servirían bien para dormir. Después de vestirse, se tiró a la cama, rendido, mientras se envolvía en las sábanas.

"Así que aquí estás de nuevo, saqueador." -Escuchó Bilbo una voz en su cabeza. Supuso que sería un sueño o una alucinación, por lo cual lo ignoró.
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Mensaje por Golden Freddy Jue Abr 02, 2015 6:54 am

III: La puerta que abre paso a las Montañas.

El sol se alzaba en la Tierra Media, bañandola con sus primeros cálidos rayos dorados. Se levantaba una suave pero fría brisa en el Valle de Imladris, colándose en todas las estancias. Las fuentes del lugar y los arroyos fluían tranquilos, y el agua caía produciendo un sonido de tranquilidad junto con el de las hojas que caían de los árboles. Gandalf se encontraba en uno de los numerosos balcones de Rivendel, sentado en un banco observando el precioso amanecer. El Istar prácticamente no había dormido nada dándole vueltas al asunto de los Cristales y pensando si estaba haciendo bien. ¿De verdad era necesario meter a enanos y hobbit en este asunto en el que nada tenían que ver? Probablemente lo era, mas ahora se empezaba a arrepentir de su decisión por si les ocurría algo. No quería que sucediese algo similar a La Batalla de los Cinco Ejércitos ni mucho menos, ya se perdió mucho en aquella lucha, a mucha gente que no tenía nada que ver con aquel asunto, y también acabó con algunos que sí tenían muchas cosas que ver con aquello... La pérdida de Thorin aún le seguía doliendo por muy buen rey que fuera Dáin, después de todo él fue quien empujó al enano a reclamar su tierra y terminó conduciéndolo a un fatal destino. Mientras, seguía pensando en la procedencia y los secretos de aquellos artefactos llamados Cristales. ¿Por qué se habrían descubierto ahora? Una cosa estaba clara: Eru no podía haberlos enviado si tan peligrosos eran, y de ser así los Valar los habrían destruido incluso o se habrían descubierto antes. Suspiró mientras encendía una pipa y miraba con preocupación en su cara al frente.

Despertó Bilbo sobresaltado y sudando, sentándose de un salto en la cama. ¿Había tenido una pesadilla, quizá? Probablemente, mas no podía recordarla. Se retiró el pelo que le caía en la frente, que por cierto tenía llena de sudor pero no estaba caliente. Respiraba de manera entrecortada, como tratando de recuperar el aliento. Echó las mantas a un lado y se volvió a tirar sobre la cama mientras volvía a respirar de manera normal. Sabía que ahora que se había despertado no podría volver a dormirse con facilidad, y ya había amanecido al parecer. Se le pasó por la cabeza dar una vuelta por Rivendel para despejarse de todo pensamiento oscuro que le pasaba por la mente, aunque ahora mismo no hubiese ni siquiera elfos andando. Se levantó de la cama y estiró los brazos mientras bostezaba y se rascaba la cabeza. Salió de la habitación aún vestido con las ropas de los elfos, andando sin hacer el más mínimo ruído pero no despacio. Llegó hasta el mismo balcón en el que se encontraba Gandalf, y le puso una mano sobre el hombro al mago para avisarle de su presencia y sacarlo de sus pensamientos.

-Buenos días, Bilbo. -Saludó el mago, girándose hacia el hobbit.

-Buenos días, Gandalf. -Respondió el mediano, sentándose a su lado.

Miraba Bilbo como pensativo al frente, aunque exactamente no lo estaba. Muchos pensamientos pasaban fugazmente por su cabeza, mas no atendía a ninguno de estos, simplemente observaba al sol levantarse entre las paredes del valle.

-Le noto algo extraño, Bilbo, ¿le sucede algo? -Preguntó Gandalf, mirando con curiosidad al hobbit.

-No es nada, Gandalf. Es solo que tengo muchas cosas en las que pensar ahora y no sé cómo "pensarlas", no sé si me entiende. -Contesto Bilbo, intentando esbozar una sonrisa.

-Mi querido Bilbo, todos tenemos muchas cosas que pensar y poco tiempo para hacerlo. Nuevos tiempos se acercan, y temo que sean más oscuros que estos anteriores que tuvimos. -Suspiró el Istar.

-Cierto es eso, Gandalf. Y nadie quiere que la oscuridad vuelva a caer, ni mucho menos. Sigo sin entender qué papel tengo yo en este mundo, para salvar la Tierra Media, me refiero.

-Yo tampoco lo sé... No sé que me ha empujado a traerte aquí de nuevo, te ruego que me perdones.

-Esté tranquilo, Gandalf, si me ha traido aquí es porque el destino así lo ha querido, y no somos nosotros precisamente los que podemos cambiar la voluntad del gran Eru.

Bilbo hizo una mueca, intentando sonreír, al igual que Gandalf. El hobbit apoyó sus brazos en la mesa y luego su cara en éstos. El Istar se levantó del banco, probablemente para dar una vuelta por la estancia y seguir pensando, y después guardó la pipa en su cinturón. Bilbo siguió contemplando el amanecer, y creyó escuchar una extraña voz en su cabeza de nuevo.

"Muy pronto nos veremos las caras de nuevo, mediano..."

Arrugó las cejas intentando averiguar el por qué esas voces se escuchaban en su cabeza. Era la misma voz que le habló la noche anterior y se le hacía conocida, mas no sabría asociarla con algún conocido. Suspiró y se siguió conentrando en cómo un nuevo día comenzaba en la Tierra Media, y le pareció escuchar los pasos de alguien a su espalda, y se giró. Eran símplemente Elrond y uno de los elfos de Rivendel, el que seguía al medio elfo lo miró como para examinarlo y después le sonrió, y todo eso en menos de un segundo incluso. Entonces Elrond vio a Bilbo y le saludó agachando la cabeza, a lo que el hobbit respondió con el mismo gesto. Pero una nueva pregunta rondaba su mente ahora: ¿por qué aquel elfo lo habría mirado de esa manera?

Ya era hora del desayuno al igual que hora de partir hacia las Montañas Nubladas. Se dirigieron Gandalf, mediano y enanos al mismo salón en el que cenaron anoche. Tardaron poco en desayunar puesto que querían tomar camino lo antes posible. Bilbo no había dicho palabra alguna mientras estaban sentados a la mesa. El enano Bofur se acercó a él para darle conversación.

-¡Bilbo! ¿Por qué no dices nada y no te unes a ninguna conversación? ¿Te ocurre algo? -Le preguntó el enano.

-Oh, Bofur. No me pasa nada, tranquilo. Es solo que tengo mucho en que pensar. -Respondió Bilbo.

-¡Aléjate un poco de tus pensamientos y habla! Seguro que lo único que tienes ahora son malos presagios, ¿cierto? Pues líbrate de ellos y charla un poco con nosotros. -Le intentó animar Bofur.

-Bueno pues... De acuerdo, lo haré. -Respondió Bilbo en un suspiro, sonriendo.

Se unió a la conversación que estaban teniendo sus compañeros enanos, que al parecer trataba sobre lo desagradables y asquerosos que eran los trasgos de las Montañas, y se rieron mucho burlándose de ellos. Aunque mejor que dejasen las burlas, porque bien se acordaban de que hace unos años casi mueren a manos de aquellos seres. Terminaron el desayuno y se dispusieron cada uno a sus habitaciones para cambiarse las ropas y después despedirse de Lord Elrond.

-Adiós, Mithrandir, que la suerte os acopañe a vos y a vuestros acompañantes. -Se despidió el medio elfo.

-Igualmente, Elrond, que la luz del Valle de Imladris perdure en el cielo. -Dijo Gandalf, inclinándose para hacer una reverencia en modo de despedida.

Así marcharon la compañía de los diez enanos, Bilbo y Gandalf de nuevo hacia las Montañas Nubladas, donde probablemente un nuevo y puede que incluso desafortunado destino les aguardase. Más de uno tenía malos presentimientos, y no se trataban solo sobre los trasgos, sino que sus cabezas se centraban más en aquel elfo: Läfnir. Solo Eru podía conocer sus artimañas y nadie más.

Cuando marcharon debían ser casi las diez de la mañana aproximadamente a juzgar por la posición del sol. Hacía algo de frío, pues estaban ya en otoño y también se empezaba a levantar aire. Marchaban por sobre las montañas y colinas de las Tierras Salvajes, ásperas y áridas, por donde solo elfos y hombres osaban pasar, y pocas veces enanos mercaderes. Iban a paso tranquilo, pues por el momento no había ocurrido nada que les obligara a aligerar la marcha, mas sabìan con certeza que cuanto antes llegasen a las Montañas, antes saldrían de ellas y de sus repugnantes túneles infestados de trasgos y otros seres desagradables. Pasaban por unas colinas de terreno seco cuando llegó el mediodía, así que hicieron un alto en el camino para comer algo de las provisiones que Elrond les ofreció en Rivendel. No estaban demasiado cansados ya que al no aligerar la marcha sus pies no habían tenido mucho trabajo.

Bilbo se empezaba a acostumbrar a caminar por los terrenos rocosos aunque sus pies de hobbit estuvieran ya algo dañados. No había vuelto escuchar esa voz en su cabeza y tampoco había hablado con nadie. Se encontraba observando el paisaje mientras caminaba y además seguía reflexionando. Cuando hicieron el alto, se alejó un poco del grupo para seguir pensando, en estos instantes necesitaba soledad. Pero nada más sentarse, de nuevo aquella voz.

"Ya queda menos para volvernos a encontrar, saqueador. Pero las circunstancias no serán las mejores."

Se sobresaltó un poco Bilbo, ¿con quién se supone que volvería a encontrarse? Le había llamado saqueador, lo que suponía que sabía de su cargo en la anterior misión en la Compañía de Thorin Escudo de Roble. Suspiró. No sabía si contarle lo que le ocurría a Gandalf, quizá pensase que estaba loco. Pero no lo estaba, había escuchado ya esa voz tres veces claramente en su cabeza e intentaba averiguar el por qué.

Gandalf tampoco había charlado mucho con los enanos, prefería no hablar con ellos hasta que supiera con certeza en qué tipo de conflicto los había metido. Temía por la vida de todos ellos más que por la suya propia. Necesitaba consejo de parte de los más sabios de la Tierra Media, más sabios aún incluso que Lord Elrond. ¿Debía entonces abandonar de nuevo al mediano y a la compañia de enanos a su suerte para ampliar la información que tenía sobre los Cristales? No, por el momento debía permanecer con ellos. No podrían enfrentarse a las fuerzas de Läfnir solos, y menos aún si el mismo elfo se encontraba allí, cosa por cierto muy probable.

Mientras Istari y hobbit se encontraban alejados de los enanos, éstos se encontraban ahora charlando más seriamente sobre lo que ocurría. Porque, al fin y al cabo, este conflicto podría llegar a mayores y arrebatarles sus tierras de nuevo y podrían verse obligados a trabajar como esclavos para Läfnir y demás despreciables seres. Aunque a veces parecieran algo despreocupados, estaban en verdad muy afectados por este tema. No les importaba que no tuvieran nada que ver con ello, pero si la Tierra Media cayese en manos de la Sombra... No querían ni pensar lo que les ocurriría a ellos y a los demás pueblos libres.

-Bueno chicos, aquí nos hallamos de nuevo... -Comentó Balin.

-Sí, después de dos años volvemos a emprender camino. -Dijo Bofur.

-¿De verdad esto os parece sensato? ¿Dejar nuestro hogar recién recuperado para aceptar una misión en la que podríamos perder nuestra vida? -Preguntó Dwalin, como siempre con mal genio.

-Hermano, ¿no ves que si no lo hacemos perderemos Erebor de nuevo, las Colinas de Hierro incluso? Esta misión involucra a toda la Tierra Media, y eso nos incluye a nosotros. Así que si podemos hacer algo para evitar una catástrofe como tal, debemos intentar hacerlo. -Respondió Balin a su hermano.

-Concuerdo con Balin, no podemos dejar que nuestros reinos caigan de nuevo. Debemos demostrarle a ese "Señor Oscuro" del que tanto se habla de lo que somos capaces los enanos. -Dijo Ori, el más joven.

-Ay, Ori, tan joven y ya hablas como tus hermanos. -Rió Nori.

Siguieron conversando hasta que tuvieron que emprender la marcha de nuevo por orden de Gandalf, aunque habían estado una media hora descansando. Pensó el Istar que si se retrasaban a lo mejor surgían grandes consecuencias.

Ya se podían observar claramente las imponentes Montañas Nubladas, alzándose amenazantes en el horizonte. Estaban ahora escalando terrenos más rocosos que los anteriores por los que a veces se escuchaba fluir el agua de alguna que otra cascada. El sol estaba sobre sus cabezas mas demasiado calor no es que hiciera, es más se seguía levantando aire. Habían amuentado algo más la velocidad de la marcha por orden del mago, aunque los enanos no parecían quejarse demasiado. Debían ser las cuatro de la tarde aproximadamente cuando, otra vez, Bilbo tuvo una visión más. Otra maldita visión. Esta había sido simplemente en un segundo al parpadear, y aparecía solamente un destello y, ¿una antorcha, quizá? La cuestión es que por ese segundo juró escuchar gritos, como los que son propios de los trasgos. Pensó por un momento que quizá sería el túnel de los trasgos por el que pasaron hace ya dos años y que estaba o bien teniendo una visión del pasado o bien una del futuro, cosa prácticamente imposible.

Ya estaban muy cerca de las Montañas Nubladas, tan cerca que la sombra de éstas empezaba a caer sobre ellos. Tomarían una senda abrupta y estrecha que las rodeaba ya que Gandalf pensaba que había un camino para pasarlas cerca. Estaba claro que no podrían pasarlas por encima porque en la cima haría más viento, lo que les quitaría algo de movilidad y rapidez. Tardarían como una hora en llegar a las paredes de las Montañas, o eso calculó el Istari.

Aquella hora pasó despacio puesto que las subidas por el rocoso y árido terreno de las cercanías de las Montañas era difícil de seguir y no había ninguna senda, además más de una vez tuvieron que escalar. Cuando al fin pudieron encontrarse con una de las paredes de la Montaña, lo hicieron aunque a duras penas, observaron que había una sola senda que conducía hacia el sur, mas no pudieron ver exactamente lo que les deparaba en aquel camino ya que unos picos sobresalían de la pared, haciendo el camino serpear, pero podían percibir que ahí había una bajada. Para salir de dudas, Gandalf los guió entre las rocas, siempre mirándolos para que ninguno cayera. Como lo suponía, había una y no muy pequeña bajada, algo más lisa que el resto del camino. Él la cruzó caminando ya que podía agarrarse a la pared que a su altura era algo más rocosa, mas a la altura de los enanos la pared era completamente lisa, así que el Istar les aconsejó bajarla sentados, impulsándose con los pies. Así lo hicieron, y Bilbo fue el último en hacerlo.

Apenas Gandalf se había dado cuenta del transcurso del tiempo y el sol ya no estaba por encima de las Montañas; debían de ser las siete de la tarde aproximadas. Decidió parar un momento para otear el camino. Entonces Bilbo se mareó y cada vez que parpadeaba le parecía tener una misma visión, por lo que cerró los ojos un momento para intentar averiguar de qué se trataba. Lo único que pudo divisar, y pasó muy rápido, era una abertura en la Montaña, no una simple raja, si no lo que antes había sido un boquete a modo de puerta para que los trasgos entrasen y salieran de ésta. Cuando volvió a abrir los ojos, el enano Nori se encontraba a su lado.

-Bilbo, ¿le ocurre algo? -Le preguntó, poniendo una mano sobre su hombro.

-Nori... Hay una entrada a la Montaña por aquí cerca. -Respondió el mediano, sin darse tiempo a pensar bien las palabras que le convendría decir.

-¿Estás seguro de eso? -Dijo Nori, alzando una ceja.

-Seguro, he tenido una visión. Mejor que le cuente a Gandalf. -Y Bilbo fue con el mago, no sin antes darle una palmada en la espalda a Nori para despedirse.

El Istar se encontraba inspeccionando el camino cuando el hobbit apareció tras él, y tuvo que avisarle de su presencia dándole una palmada en el hombro.

-¡Bilbo! ¿Necesitas algo? -Dijo Gandalf, girándose al hobbit y sonriéndole.

-Pues, sí. Bien, hace unos segundos he tenido una especie de visión y... Creo que hay una puerta cerca. -Dijo Bilbo, temiendo estar equivocado y quedar mal ante Gandalf.

-¿Una puerta? ¿Podrías explicarte mejor? -Preguntó el Istar, curioso, mientras se agachaba para estar a la misma altura que Bilbo.

-Bueno... No exactamente una puerta, si no un agujero que utilizaban antes los trasgos para entrar y salir de las Montañas, no sé si me entiende.

-Con que un boquete... Creo que sé de que me hablas Bilbo.
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[FanFic] El Hobbit: La Tierra Media en Peligro. Empty Re: [FanFic] El Hobbit: La Tierra Media en Peligro.

Mensaje por Golden Freddy Jue Abr 02, 2015 6:57 am

IV: Algo ocultan las entrañas de las Montañas Nubladas.

Los enanos se quedaron en el mismo sitio en el que estaban mientras Bilbo fue con Gandalf, y fue entonces cuando sintieron una persencia pasar detrás de ellos. Se giraron al escuchar como un soplido y después sentir una ráfaga de viento. Creyeron haber visto una sombra también pasar rápida y rauda, tan rápido fue aquello que no les dio tiempo a distinguir con claridad qué era aquello que habían divisado. Al parecer a todos los miembros de la compañía les parecía ver o escuchar algo, ¿por qué? Nadie lograba adivinarlo, además por el momento el Istari no había presentido nada raro... O puede que sí mas no quería contarlo para no preocupar a sus compañeros de viaje. Los enanos se sobresaltaron y por un momento Dwalin y Bifur se adelantaron con sus armas, hachas y una lanza, hacia el lugar de donde corrió la sombra.

-¡Quien ande ahí que de la cara si tan valiente es! -Exclamó Dwalin, apuntando con sus dos hachas al frente.

Bifur no dijo nada, simplemente gruñó y apuntó al frente con su lanza. Entonces Dori y Bombur se pusieron delante de ellos para intentar tranquilizarlos.

-A ver, compañeros, no sabemos exactamente qué es "eso" que ha pasado por aquí hace unos segundos, así que mejor mantener la calma para no enfrentarse con aquello que no conocemos. -Dijo Dori.

-Aunque a lo mejor había sido un jabalí y podríamos haberlo cazado... Digo, ¡eso mismo, Dori! -Dijo Bombur.

-Tenemos que mantener la calma... Están ocurriendo cosas bastante extrañas que no podemos controlar y que también desconocemos, por lo que no podemos lanzarnos al ataque como si fuera un simple animal. -Razonó Balin.

Dwalin refunfuñó y guardo las hachas de nuevo en su lugar y Bifur bajó la lanza. Aún así, la compañía de enanos acordó estar en guardia en todo momento para que nada ni nadie los pillase desprevenidos, o podían verse en graves problemas.

.

Mientras, en el otro lado, Bilbo y Gandalf buscaban aquel boquete que el mediano había vislumbrado en aquella extraña visión. El Istari sabía que en verdad sí que podía haber otra entrada, pero la creía perdida ya. Conocía hasta ahora dos posibles huecos que conducían al interior de las Montañas: por el que los trasgos capturasen a la compañía de Thorin hace unos años y también la puerta de Moria, sitio por el que no pensaba pasar ni en sus peores pesadillas. Mientras examinaba la pared, Gandalf se preguntaba por qué el mediano tenía tan extrañas visiones. Muchas ocurrencias tenía en su cabeza, demasiadas quizá, pero había una que le pareció sin duda alguna la más probable, aún así nada le dijo a Bilbo para no asustarlo o confundirlo aún más, ya lo descubriría con el tiempo. El mediano observaba la pared intentando encontrar alguna señal o algo sospechoso en ella, también probando a recordar lo que en la visión había visto. Probablemente era una simple hendidura que fue borrada con el paso del tiempo, pero por intentar encontrar esa entrada no ocurriría nada. Entonces recordó que era un sitio bastante rocoso en la pared en el que el boquete se encontraba y pensó que sería buena idea contárselo a Gandalf.

-Esto, Gandalf... No sé si te servirá de ayuda, pero creo recordar que había salientes de rocas en el lugar donde la hendidura se encontraba. -Dijo Bilbo, rascándose la cabeza.

El mago tomó en cuenta las palabras del hobbit aunque no le hubiera dicho nada, por lo que se dirigió a una parte al este donde las rocas de la pared sobresalían. Tenía claro que alguna pista de que ahí una puerta se encontraba debía haber, más que nada por el hecho de que los trasgos -si bien fueron ellos los que hicieron y utilizaron esa hueco- no son tan cuidadosos en el sellado de éstas como los enanos, más bien podría haberse construído y tapado rápido. Claro estaba que todo el pasadizo no podría haber sido cubierto por esos seres y que debía haber algún hueco. El mediano tuvo de nuevo una idea: golpear la pared para comprobar si algún sonido podía servir para detectar la entrada. No se lo consultó a Gandalf esta vez, y puso el oído en la pared y comenzó a golpearla de manera algo suave con el puño. El Istari se quedó observándolo, y a su vez con un susurro y un soplido encendió una luz en su vara. Empezaba a oscurecer y no solo por el hecho de que era ya algo tarde, sino por unas oscuras nubes que se extendían por los alrededores de las Montañas haciendo honor a su nombre. Trató de encontrar algún indicio de grieta que revelara la puerta con la luz y Bilbo se apartó al no escuchar ninguna pista clara. Al no observar nada exactamente sospechoso, llamó a algunos de los enanos gritando sus nombres.

-¡Dwalin! ¡Glóin! ¡Nori! ¡Todos vengan aquí! -Exclamó Gandalf.

Como era de esperar, los enanos lo escucharon -cabe decir que si no hubieran escuchado sus gritos tendrían un serio problema de oído- y acudieron inmediatamente a su llamada, algunos con armas en mano.

-¿Qué ocurre, Gandalf? ¿Encontrastéis algo? -Preguntó Balin.

-Creo que al fin encontré la dichosa entrada. -Comenzó el mago. -Sí, así es, una entrada para pasar por el interior de las Montañas, por si no lo habíais oído. Al no estar hecha la hendidura al estilo de los enanos o los elfos, solo parece haber una manera de abrirla. -Hizo una pausa y señaló a un lugar en la pared. -¡Tiren esa pared abajo!

Los enanos captaron el mensaje bastante rápido y antes de que Gandalf terminase de hablar ya estaban todos empuñando sus armas y casi lanzándose a por el muro. Cargaron contra la pared al sitio casi exacto en que Gandalf había señalado. Bilbo se apartó con solo el escuchar a los enanos gritando en su lengua, pues solo teniendo a Dardo no lograría hacer nada. Saltaron chispas y pequeños fragmentos de piedra de la rocosa pared, algunos chocando con los mismos enanos o mago y hobbit. Con su fuerza y la de sus armas, no tardaron demasiados minutos en abrir un agujero que daba a un espacio hueco, teniendo en cuenta que todos golpeaban con los artilugios a un mismo lugar y así consiguieron abrirlo. Apenas sudaron haciendo eso, fue como un paseo para ellos. Gandalf con un simple movimiento de mano les ordenó que se detuvieran, y éstos obedecieron. Después los enanos Oin y Glóin se adelantaron hasta el boquete para retirar algunas piedras más. Ya no era que la roca fuera dura o no, sino que estaba bien unida al resto de la pared. Por ahí estaba claro que un enano no podía pasar, menos aún los más corpulentos como Bombur o más brutos como Dwalin. Como no, se giraron todos hacia Bilbo, quien lanzó un suspiro de desesperación -al ser un hobbit siempre lo usaban para este tipo de cosas-. Sin quejarse se dirigió al hueco mientras los demás se apartaban para que pudiera entrar. Desde luego que el mediano podía pasar, y sin problemas además. Se tiró de cabeza y pasó sin problemas por el agujero, cayendo al suelo en plancha y raspándose codos y rodillas. Había un pasillo algo largo del que se podía ver el final y las paredes estaban algo apretadas. Se levantó con los brazos y piernas algo doloridos por la caída; se había descosido la tela de los pantalones y algo de su camiseta también -su chaqueta estaba remangada-, y tenía alguna raspadura en la piel, pero nada grave. Al poder incorporarse se fijó en que el pasadizo era bastante alto, pero aún así estrecho. Gandalf podría caminar sin problemas, o eso esperaba. Se acercó de nuevo a donde se encontraba el boquete para hablar con Istari y compañía.

-Deberíamos entrar todos sin problemas, creo, aunque está bastante estrecho por los lados. -Comenzó a decir, quitándose algo de polvo de encima. -Pero creo que antes hemos de retirar más piedras para que puedan pasar todos.

Dicho esto, Bilbo y unos pocos enanos -Glóin, Bofur, Ori y Dori- comenzaron a quitar rocas que obstruían la entrada al pasadizo, mientras que los demás revisaban el equipaje y el armamento. En un principio si caída la noche no habían encontrado una entrada o algún sendero que seguir habrían acampado hasta el alba, mas ahora que tenían un camino que seguir no tenían tiempo que perder. Aunque todavía existía la posibilidad de que Läfnir se encontrase en el interior de las Montañas junto con los trasgos, y entonces correrían el verdadero peligro de ser capturados por tal elfo. Mientras revisaba que todo estuviera en orden, Gandalf mostraba preocupación en sus ojos y su rostro aunque intentase aparentarlo. En verdad le preocupaba la idea de que aquel maldito ser pudiera dañarles, tanto a él como a su compañía de enanos -y hobbit-. Quizá los enanos no se dieran cuenta, quizá no sabían con certeza lo que les esperaba, pero algo ocultaban las entrañas de las Montañas Nubladas. En unos minutos ya tenían todo dispuesto para tomar camino y seguir el pasadizo. Entonces, como era de esperar que sucediese de nuevo, Bilbo escuchó aquella misteriosa voz de nuevo en su cabeza.

"¡Muy listo por vuestra parte, saqueador! Al parecer esas visiones os ayudan... Pero no os podéis fiar de las Montañas, ¡mejor que ande con cuidado o nos tendríamos que reencontrar en una estancia lejana de este mundo!" -Dijo esta vez.

El hobbit arrugó las cejas con expresión de curiosidad y de no comprender nada. ¿Sabía aquel ser de sus visiones entonces? ¿Sería esa la persona que le hacía tenerlas? ¿Y a qué podría referirse con reencontrarse? Varias preguntas como estas pasaron por un instante por la cabeza del mediano, y a ninguna de ellas encontró respuesta. Bueno, en realidad una de ellas le había servido como una pista: le conocía. De no ser así, no le habría referido la palabra "reencontrarse". Pero lo sacaron de nuevo de sus pensamientos los enanos, que por cierto comenzaron a entrar unos pocos en el pasillo. Suspiró y pensó que sería mejor ahora caminar que pensar en quién era ese "conocido" que le hablaba. Cogió su bastón y Gandalf le indicó que sería él quien liderara el grupo. Ahora resopló, le parecía que el mago empezó a coger el gusto de darle las tareas más complicadas. Se colocó delante del grupo de enanos que ya se encontraban en el interior del pasadizo y con un simple gesto con la mano les indicó que le siguieran. Inmediatamente comenzaron a caminar entre las bastante estrechas paredes -tan estrechas que más de un enano se quedó atorado más de una vez-. Llegaron hasta el final del camino; ante ellos se extendía una bajada que no podrían cruzar andando. De nuevo miraron todos a Bilbo y éste resopló una vez más. ¿Habría de bajar sentado, deslizándose? Solo los Valar sabían lo que le podía esperar ahí abajo, y la verdad es que el hobbit no ardía en ganas de verlo. Suspiró una vez más y cerró los ojos, se sentó despacio y se impulsó con sus pies hasta el borde.

Antes de que se diera cuenta, el pobre mediano comenzaba a descender por una rampa que parecía no tener fin. Se aguantó el gritar porque solo le serviría para atraer a los trasgos, y no era precisamente lo que buscaba en ese momento. "¿Quién en su sano juicio construiría esta rampa? ¡Claramente ese ser estaba loco de atar!" Pensó Bilbo. No había bajado demasiado aunque así lo pareciera, más que nada porque el trayecto se le hizo eterno por muy rápido que bajase. Abrió los ojos para ver el sitio por el que avanzaba de forma tan veloz. Aquella bajada tenía todavía paredes que de cuando en cuando parecían apresarte y también cuestas bastante abruptas. Algunas veces parecía serpear, o de eso daba la sensación. Cerró los ojos de nuevo y al fin tocó tierra que no parecía moverse bajo sus grandes pies o éstos moverse sobre ella. Había caído al parecer en un sitio cuanto menos liso y había un boquete mal hecho tras él que debía ser al que finalmente le condujo la bajada. Parpadeó un instante para asimilar el lugar en el que se encontraba. Había simplemente unos cuantos barriles rotos y huesos mugriendos desperdigados de manera aleatoria, típico de los trasgos, como no. Se acercó al hueco por el que había caído para avisar a enanos y Gandalf de que seguía sano y salvo.

-¿Me oyen? Si así es, ¡sigo con vida! -Exclamó primeramente. -¡Pueden bajar, pero de uno en uno, o de lo contrario se atascarán!

Después de ver una piedra rodar por la rampa, supo que lo habían escuchado y esa era la señal que esperaba. Inspeccionó la sala y encontró lo que parecía ser una puerta -y digo parecía porque simplemente era un alto y amplio agujero que daba a un pasillo con los bordes sin pulir-, además de hacer que la sala en la que se encontraba estuviera algo iluminada por la tenue luz dorada que emanaban las lámparas. Avanzó un poco en el pasillo puesto que ninguno de los enanos ni el Istari bajaban por la rampa y así de paso podía otear el camino que les esperaba. Era un simple camino de maderas podridas que crujían y tenían pinta de desmoronarse con un solo simple movimiento. De la pared colgaban las típicas lámparas de la Ciudad de los Trasgos, con cráneos sobre ellas. Las paredes estaban bastante húmedas y roídas pohacer paso del tiempo y la falta de higiene, bastante común en los seres que habitaban las Montañas Nubladas. Caminó con cuidado de que no se cayera trozo alguno de madera, aunque no pudo evitar que crujiera. Dobló una esquina hacia la derecha ya que aún no había señal algún una de que los enanos hubieran bajado, en tal caso se habrían escuchado sus pasos y habrían llamado a Bilbo. Fue un gran error hacerlo, sí que lo fue. Con tan solo andar unos pasos fue golpeado con una piedra, pero, ¿por quién fue golpeado?

.

Al fin bajó Ori, el último de los enanos que quedaban por bajar. Se habían quedado atascados un rato porque Bombur no podía pasar y obstruía la bajada, haciendo que se retrasaran bastante. No muy grata fue la sorpresa que se llevaron los enanos al ver que el mediano no estaba esperándolos ahí abajo. Gandalf buscó en los barriles pero ni rastro alguno de Bilbo. Empezaron a preocuparse por su situación cuando en unos diez minutos que decidieron esperarle no aparecía y no daba una sola señal de vida.

-¿Pero qué le ha pasado a este hobbit? -Se preguntaba el mago. -Temo que debemos continuar sin él. -Suspiró.

-¿Y si se ha perdido? ¿O lo han capturado? ¡Ay, pobre hobbit! -Se lamentó Bofur.

-No podemos hacer nada por el momento, Bofur. Debemos limitarnos a continuar nuestro camino. -Dijo por último Gandalf, haciendo un gesto con el brazo y caminó en dirección al pasillo, y los enanos le siguieron.

.

-Bien, parece que el pequeño instruso despierta al fin. -Rió una voz grave a su lado.

Bilbo despertó parpadeando varias veces para asimilar lo que veía. Estaba maniatado y sentía líquido correr por su mejilla y su cabellera. Estaba bastante confuso y todavía no podía ver con claridad, solo formas borrosas. Había una figura alta que se paseaba por la sala y de nuevo lámparas que refulgían, esta vez amarillentas. Parpadeó un par de veces más hasta que se acostumbró a la luz y pudo ver a su alrededor con más claridad, enfocando las cosas por fin. Ahora aquella alta figura se alzaba ante él y lo miraba de reojo, con una sonrisa maliciosa en su rostro. Era al parecer un elfo, por la forma puntiaguda que se apreciaba en sus orejas. Sus cabellos eran largos y rubios, no como los de los elfos normales, sino con carencia de luz. Vestía un manto oscuro, no podría decir exactamente del color que era. Se giró y vio su rostro, con una cicatriz que surcaba su ojo izquierdo y unos tres arañazos en una de sus mejillas. Sus ojos eran rojos como que fuego de un dragón, y su pupila afilada como la de un gato. Bilbo no tartamudeó ni dijo palabra alguna, se quedó todavía intentando recordar el qué había pasado o dónde se encontraba.

-¿No vas a decir nada, mediano? Oh, claro, no me presenté. -Comenzo a hablar de nuevo. -Seguro que habréis escuchado mi nombre, ¿me equivoco? Bien, pues Läfnir me llaman. Sí, el mismo Läfnir que os habrá referido ese tal Mithrandir y sus amigos de Rivendel. -Dijo con repugnancia en las últimas frases. -¿Estáis asustado? No tiene por qué preocuparse, pequeño, pues de momento no tengo planeado haceros daño, a no ser que supongáis un peligro para mí.

Comenzó a recobrar el sentido poco a poco. Recordaba ya que se encontraba en el interior de las Montañas Nubladas y que hace solo escasos minutos alguien le había golpeado con fuerza en la cabeza, de ahí que hubiera quedado inconsciente. Ante él se alzaba Läfnir, aquel elfo maligno del que tanto había escuchado hablar en el Valle de Imladris. Pero, ¿por qué lo habría capturado? ¿Sabía acaso de verdad cuál era su misión? Lo miraba con miedo a la vez que curiosidad, pues no recordaba haber visto ningún elfo semejante a este que ahora tenía delante. El elfo alzó una ceja, sorprendido por la expresión del hobbit. Quizá era el primer mediano que veía y también le parecía inofensivo, pero Bilbo no era así.

-¿Qué le ocurre? ¿Sois mudo? ¿No sabéis hablar? -Preguntó Läfnir, que comenzaba a impacientarse por el hecho de que su prisionero no dijera palabra alguna.

-B-Bueno no es que no sepa... -Tartamudeó el hobbit. -E-Es simplemente que no sé qué decir.

-¡Entonces por lo menos sabéis hablar! -Exclamó el elfo. -Y bien, me pregunto si no os importaría decirme qué hacéis aquí y donde están vuestros acompañantes, ya que... -Hizo una leve pausa y acarició el mango de una espada que escondía bajo el manto y tosió. -... No querrán ni ellos ni usted que le pase nada malo, pequeño.

Bilbo tragó saliva y dirigió su miraba al rostro de Läfnir, quien sonreía de medio lado. El mediano podría haber terminado ahí con su viaje de no ser porque un siervo del elfo oscuro apareció en la habitación, y parecía que llevaba prisa por comentarle algo a su señor. Era también elfo, de cabellos negros y tez pálida. Intercambiaron unos gestos y algunas palabras en élfico y después el lacayo se retiró haciendo una reverencia con la cabeza a Läfnir, que después volvió su vista al hobbit y se agachó para mirarlo a los ojos.

-Pequeño ser, vos os quedaréis aquí y esperaréis mi llegada, o de lo contrario puede imaginarse lo que sucederá. -Sonrió y esta vez soltó una pequeña carcajada con tono grave.

El mediano asintió y después miró al elfo de reojo. En sus ojos había visto una llamarada alcanzarle, indicando que iba bastante en serio. Läfnir se levantó de un salto y luego salió de la habitación, dando un fuerte golpe al cerrar la puerta. Desde luego a Bilbo más le valía quedarse donde estaba si no quería terminar mal. Mas ahora una nueva pregunta rondaba su cabeza: ¿Dónde se encontraban Gandalf y los enanos?

.

Llevaban recorrido un buen trecho ya, pero aquel lugar parecía realmente un laberinto. Habían pasado a estar en una zona en desuso por los trasgos, toda cubierta de madera destrozada y de cuando en cuando con rocas que se desprendían del techo. Había pequeñas vallas mal hechas con planchas de madera que habrían colocado los habitantes de las Montañas aleatoriamente. Gandalf, como más alto del grupo, intentaba adivinar un camino para salir de ahí y a su misma vez buscaba a Bilbo. Estaban alerta también los enanos en la retaguardia por si algún enemigo se les acercaba o tenía pensamiento de hacerlo. Si no los habían descubierto ya muy poco conocimiento debían tener los seres de las Montañas. Más de una vez escucharon un sonido, y todas esas veces lo ignoraron. Debían continuar pese a todo lo que percibieran. En el exterior ya había anochecido y con suerte podrían salir de las Montañas el día siguiente, avanzada ya la mañana. Pero ahora fue cuando se alertaron al observar cómo caía arena del techo y al escuchar pisadas rápidas que se desvanecían al momento. Observaron todos hacia arriba y de nuevo hubo más desprendimientos de rocas y más pasos, cada vez más rápidos y fuertes.

-Nos han encontrado. -Dijo Gandalf al fin. -Así que si quieren vivir... ¡Corran, insensatos! -Exclamó.

Comenzaron Istari y enanos a correr con gran rapidez por la madera, saltando a veces incluso las vallas que obstaculizaban su camino. Todavía no había aparecido enemigo alguno persiguiéndolos por sus espaldas, pero lo que no sabían es que trasgos se ocultaban en algunos lugares del estrecho lugar. En un momento dado, comenzaron todos a saltar y a atacar a la compañía con dagas, flechas y mordiscos, de una manera incluso más feroz que la de hace dos años. Empuñaron fieramente todos sus armas e intentaron abrirse paso entre la multitud de asquerosos seres que salían de improviso de la mugre y saltaban sobre ellos. Ahora ascendían, sin muchos obstáculos pero sí con trasgos que salían de las paredes y a estos se les sumaban los que iban ya tras ellos. Cuando parecía que se habían alejado ya un poco de ellos y ya a una superficie más rocosa y solida llegaron, se encontraron con varias lanzas de metal negro reluciente apuntando exactamente a sus cabezas. Las criaturas que sostenían las lanzas eran los elfos siervos de Läfnir, que escondían sus rostros tapándolos con telas negras y vestían cueros oscuros. Fue entonces cuando llegó su señor y alzaron las lanzas que apuntaban hacia Gandalf, para que el más alto elfo pasara. Se encontró cara a cara con el mago y lo miró con mirada desafiante.

-Tú eres aquel a quien los elfos llaman Mithrandir, ¿me equivoco? -Comenzó a hablar. -¿A qué debo su visita a mi morada en las Montañas Nubladas con tan... inquietante y curiosa compañía?

-Eso no es asunto vuestro, sucio elfo. -Gruñó Dwalin.

Miró entonces Läfnir al enano y rió de nuevo en un tono grave a la par de espeluznante. -Oh, así que tengo el honor de contar con enanos en estos lugares. -Volvió la mirada a Gandalf. -Decidme, viejo Istari, ¿qué buscáis en estas Montañas? ¿Os envió alguno de esos malditos de Rivendel?

-Simplemente venimos a evitar que destruyas la Tierra Media y esclavices a todos los pueblos libres, siervo del Mal. -Contestó el mago de mala manera.

-Pues mal encaminado vais si pensáis que os dejaré continuar vuestro camino, anciano. -Dijo el elfo en tono arrogante y sin miedo y con bastante orgullo arrebató la vara a Gandalf como si nada. -En verdad sois tan anciano que no podéis ni reaccionar... -Comentó y les dio la espalda para alejarse lentamente. -¡Aprésenlos! Pero no los maten todavía, aún me puedo divertir un poco con ellos.

El carácter del elfo sorprendió al Istari por la manera en que lo había dejado incapaz de hacer nada. Desde luego desprendía un aura oscura y misteriosa, así que por el momento tuvo que aguantar las ganas de escapar. Cuando los elfos cogieron a los enanos, éstos se resistieron y se movieron sin parar, intentando liberarse de su agarre pero sin éxito alguno en el intento. Lo único que podían hacer era resoplar y observar como los llevaban atados de manos y pies hasta un calabozo. A Gandalf lo llevaron a un lugar distinto, pero a todos les arrebataron todas y cada una de las armas que portaban con ellos. Ahora lo único que podían hacer era recostarse en el terreno rocoso y pensar en qué hacer para salir de ese maldito lugar.

.

Durante todo el tiempo que había estado solo, Bilbo había escudriñado con la vista hasta el último rincón de la habitación, y también se había deslizado como una serpiente para obervarlomtodo. No sabía por qué, pero sus piernas estaban completamente inmovilizadas a pesar de no estar atadas con cuerda alguna. Hacía solo unos pocos minutos de que Läfnir hubiera abandonado la sala y dejado al hobbit solo. En unos minutos ya pudo sentir de nuevo las piernas y moverlas un poco, al menos para ponerse de rodillas. En la habitación había dos barriles y un cofre, además de una pequeña mesa. Luego también colgaban los lámparas que arrojaban luz amarillenta sobre el lugar. Gateó hacia el cofre, cerrado con llave y después se arrodilló para intentar ver si había algo sobre la mesa. Simplemente una vela había ahí encima. Pero al mirar al suelo vio algo brillar que le llamó bastante la atención. Se acercó andando con las rodillas para ver qué era y encontró una llave, probablemente la llave que abría la cerradura del cofre. Cuán despistado había sido Läfnir al olvidar aquella llave. Cayó Bilbo de espaldas y logró coger la llave con sus manos doloridas girándose un poco. Le costó también volver a arrodillarse y caminar, pero lo hizo. Volvió al cofre y se giró para intentar encajar la llave en la cerradura, y tal fue la suerte que tuvo que lo consiguió. Giró la llave y escuchó un clicque anunció que la caja estaba abierta, así que empujó varias veces la tapa para levantarla. Tras varios intentos, consiguió retirar la tapa y después de ellos se giró. No podía creer lo que veían sus ojos, aquella luz naranja que el objeto en cuestión desprendía lo cegaba aunque fuera bastante débil.

-E-Es un... un Cristal. U-Un Cristal Mágico. -Tartamudeó, asombrado.

Sintió entonces calor en sus piernas, que le permitió volver a moverlas en su totalidad. Al ponerse de pie puso las ataduras de sus manos en frente del Cristal y éstas se deshicieron. Estiró los brazos y los dedos de las manos y después cogió el Cristal para admirarlo más de cerca. Pero fue entonces cuando la puerta de la habitación chirrió y por ella pasó Läfnir, quien mostró un gran enfado en su rostro al ver al mediano en posesión del Cristal.

-¡TÚ! ¡Sucio mediano de La Comarca! ¡Te dije que permanecieras quieto! ¡Ahora morirás, maldito! -Exclamó y sus ojos se encendieron de manera que parecían llamas de un dragón llenas de ira.

Bilbo tragó saliva y se preparó para correr con el Cristal en sus manos. El elfo le obstruía la entrada, pero con un movimiento bastante rápido pasó a su lado velozmente. Aunque más le valdría no haberlo hecho... Pues Läfnir desenvainó una oscura espada larga que hizo un gran corte a Bilbo en el brazo derecho. Gritó entonces pero no cesó de correr. Corrió por el pasillo y entonces recordó algo: llevaba el Anillo mágico consigo. Sin pensárselo dos veces lo sacó de su bolsillo y se lo puso en el dedo. Llegó a una esquina en la que se sentó. El elfo lo había perdido de vista y se le escuchaba ahora maldecirlo en idioma de los elfos. Anduvo el mediano un rato más por unos pasillos hasta que encontró un pequeño recoveco en el que refugiarse. Se deslizó dentro del sitio y se aseguró de que nadie lo viera. Después se sentó, exhausto, quitándose el Anillo. Se fijó en el corte del brazo y era bastante grave. Tenía gran parte del brazo cubierta de sangre y no paraba de salir. Guardó en Cristal en uno de sus bolsillos y apretó la herida con la mano izquierda. Sintió un mareo entonces, quizá por la pérdida de sangre. Pero entonces sus pupilas se volvieron blancas y el brillo de sus ojos desapareció. Una figura apareció de pronto ante él, robusta y que refulgía.

-Señor Bolsón, por lo que veo nos encontramos de nuevo. -Dijo aquel ser.

Parpadeó unas veces más para enfocar la visión, aún con esos extraños ojos. Se quedó boquiabierto ante lo que sus ojos veían. No sabía si era un sueño o simplemente una alucinación por el dolor, pero por una parte estaba convencido de que aquello era real, que sus ojos no le mentían. La persona que se alzaba ante él era un enano, de cabellos negros y barba también negra. De profundos ojos azules y con una sonrisa medio burlona. Aquel enano era... Thorin, Thorin Escudo de Roble.
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[FanFic] El Hobbit: La Tierra Media en Peligro. Empty Re: [FanFic] El Hobbit: La Tierra Media en Peligro.

Mensaje por Golden Freddy Jue Abr 02, 2015 7:05 am

V: Recuerdos e historias que vendrán.

Bilbo aún seguía completamente boquiabierto, sin articular palabra alguna. Simplemente pensaba si aquello era realidad o simplemente una visión. Thorin murió hace dos años en la Batalla de los Cinco Ejércitos, el mismo mediano estuvo presente en tan triste acontecimiento, escuchó de su boca sus últimas palabras. No podía ser verdad que el mismo enano se encontrase ahora mismo ante sus ojos, sonriendo y hablándole.
-¿Qué le ocurre, Bilbo? ¿A qué viene esa mirada tan extraña? -Le preguntó Thorin. -Mírame, estoy aquí, en realidad nunca me he ido.
-T-Thorin... N-No puedes ser real... T-Tú caíste. -Tartamudeó Bilbo al fin.
-Oh, saqueador, si no soy real, ¿cómo es que podéis verme? -Dijo y le extendió la mano para levantarlo.
El hobbit miró con extrañeza la mano del enano, más pálido estaba que la última vez que lo vio. Alzó su brazo tembloroso y tomó su mano, haciendo fuerza para levantarse. Su expresión de sorpresa aumentó cuando sintió que de verdad tomaba la mano de Thorin, no resbaló como si fuera una simple visión. Se incorporó y miró con sus ojos brillantes los de Thorin, todavía boquiabierto. Aún bastante malherido por el corte abrazó al enano, casi llorando.
-Thorin... -Sollozó.
-Tranquilo, Bilbo, estoy aquí. No llores. Jamás abandonaría a un amigo. -Rió Thorin. -Además tu brazo tiene muy mala pinta.
-Pero, por favor. Antes de nada, hazme un favor. No te vayas. No te vayas de mi lado, no soportaría una segunda vez que me dejases. He de admitir que en verdad fuiste un gran amigo, y no soporto perder a los pocos amigos que pueda tener. -Susurró Bilbo con voz ronca.
-Dejad ya de llorar, no me gustaría ponerme a llorar a mi también. -Rió de nuevo. -Nunca os dejé en realidad, saqueador. Y ahora dejadme ver vuestro brazo, no quiero que os desangréis después de habernos reencontrado.
Bilbo se separó de Thorin, riendo un poco también. El dolor que sentía en su brazo era insoportable y parecía quemarle además, pero con la llegada del enano se había olvidado un poco de ello. Bastante le dolió ver al enano morir y no quería que sucediese de nuevo, aunque prácticamente ya lo estaba. Era su amigo, después de todo, su mejor amigo puede incluso. Aunque Thorin en un principio hubiese sido arisco con Bilbo, seguían teniendo una gran amistad aún estando uno de ellos sin vida. En cuanto el hobbit se separó del enano, el terrible dolor en el brazo por el corte volvió y se quejó, sin llegar a gritar.
-Mi brazo es lo de menos, pues Läfnir capturó a Gandalf y a los enanos, debemos ir a sacarlos de las mazmorras. -Dijo Bilbo, haciendo una mueca por el dolor.
-¿Y de verdad creéis que así podréis hacerlo? No seáis insensato. -Gruñó Thorin.
Resopló el hobbit y volvió su mirada al brazo. Realmente el arma del elfo debía estar afilada como para haber hecho un corte con solo desenvainarla. Cierto era que así no podía ir por los pasillos de las Montañas y menos aún enfrentarse a elfos y trasgos, duraría bastante poco y no quería preocupar a nadie. Se quitó la chaqueta, por cierto bastante sucia y manchada con algo de sangre incluso, y la apretó contra el corte para que dejara de sangrar. Hizo varias muecas y Thorin lo miraba preocupado, ahora el Cristal no le serviría como antes desató sus manos. Escocía, quemaba, todavía era capaz de sentir el acero oscuro de la espada perforándole de manera rápida. No paraba de sangrar, no paraba de doler, como si los dientes de un mismo dragón estuvieran mordiéndolo. El enano entonces retiró la chaqueta del brazo y sacó un pañuelo de su largo abrigo, además de -curiosamente- algo de agua.
-Sabía que lo necesitaríais, Bilbo. -Suspiró Thorin.
Vertió algo del agua en la herida para limpiarla aunque fuera un poco y después la vendó con el pañuelo. Sonrió luego y el hobbit le devolvió la sonrisa, aún dolorido por la maldita herida. Pero todavía rondaban múltiples preguntas su cabeza, preguntas que necesitaban respuesta inmediata. Pero no sería ahora. No podía dejar a Gandalf y a los enanos a su suerte, debía intentar hacer algo por ellos, aunque fuera mucho más débil que ellos y los elfos y trasgos siervos de Läfnir. Se sentó un rato y se encogió en sus rodillas, y Thorin a su lado, intentando ver en los ojos de Bilbo lo que pensaba.
.
Gandalf había pasado tiempo encerrado, minutos, que parecieron horas, intentando averiguar cómo salir de ahí. Era un Istari, un enviado por los Valar, podría decirse. Si de verdad pensaba Läfnir que con solo arrebatarle su vara conseguiría pararlo estaba de verdad equivocado. Durante todo ese tiempo había escudriñado cada rincón de la habitación, no dejó una sola grieta o un solo pedrusco destruido sin ver. Se encontraba en una mazmorra de piedra, bastante negra. Prácticamente solo era eso. Lo separaban del exterior unas columnas gruesas y rocosas cuya separación dejaba pasar un poco de la luz que daban las antorchas y lámparas del exterior, tenue y fría. No tenía tampoco demasiada iluminación, y una vez se acostumbró podía ver ya claramente las formas difusas que antes lo rodeaban. No se había levantado ni movido del sitio un solo instante, simplemente pensaba y de cuando en cuando susurraba alguna que otra palabra en idiomas desconocidos, idiomas que solo se hablaron antes de la Primera Edad de Arda, me atrevería a decir.
Sin embargo, no tachó que podría haber un inconveniente con aquella mazmorra en la que ahora se encontraba atrapado. ¿Magia negra, quizá? Sabía que Läfnir a parte de guerrero era también hechicero y conocía encantamientos oscuros que Morgoth le habría enseñado a Sauron y éste último a su ahora siervo (por supuesto que Läfnir era siervo de Sauron, después de lo acontecido los últimos años era obvio). Pero, desde luego, Gandalf no se quedaría ahí parado. Había buscado la manera de salir, al igual que la manera de entrar -todavía se preguntaba cómo había logrado pasar aún sin poder ver puerta alguna que conectase la mazmorra por los pasillos-. Se escuchaban sonidos provenientes de trasgos o pisadas pesadas por parte de elfos guardianes. Habían subestimado al mago, como no. Alzó su mano a la altura de la cara y susurró de nuevo encantamientos, e incluso la luz que entraba de fuera de la mazmorra se volvió más oscura. Pero ninguno de los vigilantes se alertó. Después de susurrar palabras casi desconocidas para la mayoría de los seres que habitaban la faz de la Tierra Media, sopló en su mano y chasqueó los dedos. De ellos una llama plateada salió, iluminando el sitio. No quemaba, no a menos que su dueño lo deseara. No se propagaba si su amo no lo quería. Podía calcinar incluso la roca, como el fuego de una bestia enfurecida. Podía, como no, usar ese pequeño fuego para calcinar la roca, pero aún así esperó. Se incorporó en unos pocos minutos, dirigiéndose a la roca. Miró entre los pequeños huecos que dejaban las columnas. Nadie. Ni un solo elfo. Ni un solo espíritu pasaba por allí. ¿Los había llamado su señor? Probablemente. Ahora podía huir, sin problemas. Chasqueó los dedos de nuevo y volvió a hablar en susurros que más tarde se transformaron en soplidos y silbidos. Otra llama plateada salió de su mano, más ardiente y refulgente que la anterior. Había aprendido a controlar su magia tiempo ha y a no solo depender de su vara. Se fundió el fuego con su mano y tocó una de las columnas, que se enrojecía y ardía por el contacto. Se calcinaba lentamente para luego dejar un hueco gigante en ella. Lo mismo hizo con las otras y en unos minutos pudo salir al fin.
-Läfnir, temo decirte que encerraste al mago equivocado. -Susurró.
.
Desorientados. Desesperados. Enfurecidos. Así estaban los enanos, enjaulados en mazmorras de piedra y siendo vigilados por elfos. Una vez Dwalin se atrevió a acercarse a las rejas de piedra que los encarcelaban y a gritar al elfo palabras como: "¡Malnacidos, vuestro señor pagará por esto!" o también "¡Sucios y cobardes elfos, no tenéis agallas para enfrentaros a nosotros!" Todas esas veces el elfo que los vigilaba le miró de reojo con mirada fulminante y burlona de ojos oscuros. Y el enano gruñía mientras que Balin, su compañero de celda y hermano, se encongía de hombros y suspiraba. Él sabía que no saldrían de ahí así como así, solo con fuerza bruta. Y los enanos en eso son especialistas, y no muy buenos con las palabras o pensando en muchas ocasiones. Dwalin desistió y se sentó junto a su hermano y resopló, furioso ya.
-Podría destrozar con mis puños esas malditas rejas. -Murmuró.
-Hermano, no hagáis nada de lo que podáis arrepentiros. Solo podemos esperar, y hemos estado en otra situación similar a esta. Lo recordáis, ¿verdad? -Dijo Balin.
-Sucios elfos... En nombre de Mahal saldré de aquí y les daré los hachazos que se merecen. -Resopló Dwalin.
-Tranquilo, aún nos queda una pequeña esperanza. -Sonrió el enano mayor.
Sí, sin duda alguna se refería a Bilbo. Todos sabían que estaba bien. Que podía salvarlos. Ya los encerraron en otra ocasión y él los salvó. Aunque ahora lo tendría algo más complicado. En un momento dado, Läfnir se acercó a las mazmorras mientras seguía buscando al mediano, murmurando y maldiciéndolo. Cayó en la cuenta de que ahí estaban encerrados los enanos, y como no, decidió "hacerles una visita". Se aclaró la voz y les habló, en tono de burla.
-Oh, vaya, si tenemos aquí a nuestros "pequeños" intrusos. -Comenzó el elfo, y las miradas fulminantes de los enanos se dirigieron hacia él. -¿Qué tal? ¿Estáis bien en vuestras "habitaciones"? Vuestro amiguito, ese maldito mediano... -Susurró en tono de odio y con una sonrisa macabra. -Seguro que ahora mismo sigue huyendo de mí el muy insensato, corriendo sin encontrar salida. Yo que intenté ser amable con él, que no iba a dañarlo. Pero al fin y al cabo, ¿qué esperarse de un amigo de enanos? -Suspiró. -Aunque bien podría estar desangrándose. -Sujetó firme su espada de acero negro, con sangre en el filo.
La expresión de todos los enanos cambió a ser de preocupación y rabia. "¿Qué le habrá hecho al pobre hobbit?" Fue la pregunta que a todos se les pasó por la mente. Pasó el elfo un dedo sobre el filo y cogió algo de la sangre que todavía quedaba y la lamió, probablemente para enfurecer aún más a los enanos. Algunos de éstos, como no, se lanzaron contra las rejas y con furia en sus miradas, aún así creyendo y esperando que nada le hubiera pasado a Bilbo. Rió Läfnir de manera grave y guardó la espada, para después dirigir una mirada fiera a los enanos.
-Tengan cuidado, o quizá tenga que tomar otras medidas. Y ninguno de ustedes quiere que eso ocurra, ¿verdad? -Dijo, para después llamar con un gesto a los guardias y marcharse a otro lugar.
Ahora había enfurecido más a sus prisioneros, cosa que no se debe hacer si son enanos. Volvieron los que habían saltado hacia Läfnir y se sentaron de nuevo en la fría y árida roca y suspiraron. Estaban decididos a salir de ahí y no pasar más tiempo encerrados, y ese elfo no iba impedir que salieran, de eso estaban seguros.
.
Todavía no sabía qué hacer. Aún no tenía mucha seguridad para salir. Ese tal Läfnir seguía buscándolo para matarlo, seguro. Bilbo estaba preocupado por los enanos y Gandalf al igual que por su propia vida. Se había reencontrado con Thorin tras dos años de su muerte. Estaba claro que necesitaba que el enano, ahora convertido en una especie de espíritu, le aclarase unas cuantas dudas, mas no era el momento más indicado para ello. Todavía seguía encogido y sentado, pensando, bajo la atenta mirada de Thorin. Había pensado en salir y simplemente huir e intentar salvar a los enanos, o morir en el intento incluso. Preguntas tenía rondándole la mente, necesitaba respuestas y no lograba encontrarlas. Levantó la vista y suspiró.
-¿Por qué, Thorin? -Dijo Bilbo, a lo que el enano respondió con una mirada de no entender lo que decía. -¿Por qué yo? ¿Por qué tiene que pasar esto? ¿Qué hemos hecho mal? -Preguntó.
-No puede ni el más sabio de Arda responder esas cuestiones, mediano. Aunque, en realidad sí que hay alguien que puede. -Respondió Thorin. -Solo tú puedes encontrar respuesta a tus preguntas. No me digáis ahora que ya lo habéis intentado aunque sé que eso es cierto. Solo uno mismo puede aclarar sus dudas y preguntas que le pasan por la cabeza. Yo ya lo hice, yo despeje mi mente y por el momento nada más me pregunto o me puedo preguntar. -Suspiró el enano.
Las palabras de Thorin hicieron crecer en el interior de Bilbo una pequeña esperanza de nuevo. Todo saldrá bien, se decía a sí mismo. Se levantó sin articular palabra y volvió a ponerse su chaqueta, aún bastante sucia y algo rota. Le tendió ahora él una mano al enano y lo miró de reojo, con una sonrisa de medio lado.
-Si no queréis venir, no vengáis, pero yo estoy decidido a afrontar lo que me espera ahí fuera. -Dijo el hobbit.
Thorin le sonrió de nuevo y tomó su mano, levantándose y luego apoyando una mano en el hombro de Bilbo. "No le abandonaré ahora, saqueador", quería decir con ese gesto. Ambos respiraron hondo y salieron del pequeño hueco en el que se encontraban. No había nadie en los pasillos, ni una sola señal de elfos o trasgos. ¿Dónde habían ido y cuándo podrían aparecer doblando una de las esquinas? No lo sabían. Comenzaron a caminar, de momento solo caminaban y con mucho sigilo para no ser descubiertos. Bueno, más bien eso lo hacía Bilbo ya que nadie excepto él podía ver a Thorin ni escucharlo, al menos los trasgos no. Parecían de verdad un laberinto o un callejón sin salida las profundidades de las Montañas, un lugar perfecto para enemigos silenciosos que te atacasen sin tú poder reaccionar. Rocas, madera chirriante a pies inquietos y frías paredes y bajos techos, de eso se trataban los pasadizos. Siempre seguían el mismo camino, pues ni una sola bifurcación aparecía en éste. Y entonces fue cuando llegaron a una sala amplia, un hueco amplio en las Montañas cuyo suelo estaba sujetado por pilares de madera y el mismo suelo hecho de ésta, también se abrían varios puentes a los lados con maderas y cuerdas, todos los sitios iluminados por antorchas. Les recordaba bastante a donde antes fuera el lugar en que se situaba el trono del Rey Trasgo, derrotado hace dos años por Gandalf. Tuvieron un mal presentimiento cuando al avanzar unos pasos más escucharon chirriar la madera. ¿Les habían seguido? Quizá. Pero no iban a quedarse ahí parados. Fue cuando escucharon voces hablar en élfico cuando comenzaron a correr sin importarles que el terreno se desmoronase y quedar sepultados bajo los escombros. Escucharon de nuevo las voces que esta vez gritaban en lengua común.
-¡Mi señor Läfnir, el mediano! -Gritaban algunos.
Bilbo se detuvo al escuchar un sonido de acero vibrante a sus espaldas. Sí, Läfnir había llegado y de nuevo desenvainó la espada de negro acero, y el sonido que ésta emitió fue bastante desagradable para el mediano; sintió de nuevo el acero en el brazo quemándole, simplemente pinchazos parecían pero bastante incómodos. Entonces de giró y Thorin con él para encontrar al elfo solo frente a ellos sosteniendo el oscuro filo con sus manos.
-¡Vaya, renacuajo insensato! ¡Veo que encontraste más compañía para tu viaje! -Rió de nuevo con sonrisa psicópata. -¿Qué es? ¿Un espíritu? Entonces de poco podría servirte, ¿no?
-En primer lugar, no soy un renacuajo, y en segundo lugar no deberías subestimar mi compañía. -Habló Bilbo seriamente.
-Y, ¿por qué, decidme? Oh, y debéis por cierto recordar que estáis rodeado por mis soldados elfos y no podéis huir. Así que tenéis dos opciones: morir sin hacer nada o morir luchando. ¿Cuál preferís, oh, sucio saqueador de La Comarca? -Le desafió Läfnir.
-Bilbo. -Susurró Thorin. -No temáis a ese elfo maldito, y menos aún os dejéis engañar por él. Por el momento no puedo ayudarte, pues ahora mismo no dispongo de las condiciones necesarias para luchar. Y puedo aprovechar mi situación de no poder ser herido -todavía- para alertar a Gandalf y sacarlo de su prisión si es que no ha salido él ya por su propio pie.
-Buena idea, Thorin. -Respondió Bilbo también susurrando. -Por lo menos intentaré no morir en el intento.
Y los dos asintieron para que después el enano desapareciera totalmente del lugar, no podían ni mediano ni elfo verlo. Esto puede que enfureciera más a Läfnir y miró con rabia en sus ojos de nuevo al hobbit.
-¡Bien, mediano! ¡De nuevo uno contra uno! -Rió, acercándose algo más a Bilbo.
-Eso será para ti, te recuerdo que estoy rodeado. -Reprochó el saqueador.
-Ahí está la gracia. -Rió el elfo de nuevo.
Intentó atacar Läfnir a Bilbo con un golpe que parecía bien calculado, pero el hobbit se defendió desenvainando a Dardo en un instante y bloqueando el filo que sostenía el elfo. Retrocedió el hobbit unos pasos para luego liberarse del ataque del elfo con un rápido giro, desconcertando a su rival.
-Vaya, no eres tan indefenso como pareces. -Comentó Läfnir.
-¿De verdad pensaste eso de mí? Será porque mi historia no la conoces. -Respondió Bilbo.
.
Reapareció Thorin al fin alejado de los guardas que probablemente podrían verle para ir en busca de Gandalf o su antigua compañía de enanos. Ellos no podrían verle, pero el Istari sí. Se acercaba a las mazmorras, descendiendo por bajadas cada vez más extrañas y descuidadas. Cuanto más bajaba más se cerraban las paredes de la estancia y más parecían atraparlo en las Montañas pero al fin llegó a una senda bastante sucia y cubierta de arena que tenía rejas a sus lados. Encontró la celda de Gandalf y la piedra calcinada, por ello sospechó que el mago ya se había librado del estar encerrado. Suspiró y siguió corriendo por los pasillos de las mazmorras, con celdas de roca por doquier. Se preguntaba cómo diablos podían encarcelar ahí a los prisioneros sin tener puertas aparentemente, quizá estaban bien camufladas. Por el momento disponía de una pequeña ventaja -depende de como se observe-: Gandalf podría verlo todavía, mas eso significaba que los elfos también podían hacerlo. Durante unas horas sería visible para los Istari, elfos y hechiceros. Después de eso sería solo Bilbo quien pudiera verlo, ¿por qué? Aún no puedo revelarlo. Encontró unos pasos más adelante al mago al fin.
-¡Gandalf! -Exclamó Thorin, y su voz resonó como un eco en los oídos del Istar.
-¿Quién...? -Preguntó el mago, girándose e incompletando la pregunta. -¿Thorin? -Susurró con sorpresa.
-El mismo, Gandalf. -Rió el enano. -Parecéis sorprendido, mas no lo suficiente. ¿Sabíais ya algo acerca de mi llegada?
-En cierto modo sí, lo intuía por esas visiones de Bilbo y lo pensativo que se ponía en algunos instantes. -Afirmó Gandalf. -Aunque en realidad no me refirió nada sobre ello podía verlo en sus ojos, que cada vez que una visión aparecía en su mente perdían su brillo irremediablemente.
-Veo que seguís como siempre entonces. ¿Buscáis también a mis anteriores compañeros enanos?
-Exacto, deben haberlos encerrado en el fondo de las mazmorras para que no escapen con demasiada facilidad. Pero antes juraría haber oído pasos de los guardias moverse hacia la dirección en la que vinistéis. ¿Sabéis algo acerca de ello?
-Puede que sí, algo sé. Mas no es momento para hablar de ello, Bilbo está en peligro y me arrepiento de haberlo dejado solo. Hemos de apresurarnos y sacar a los enanos de sus celdas.
-Que así sea, pues. Deberé aplazar mis dudas para más tarde.
Asintieron ambos y continuaron avanzando por los pasillos de las mazmorras. No iban a tardar mucho en dar con los enanos, mas los elfos tampoco tardarían demasiado en verlos a ellos. Gandalf había recuperado su vara, pues antes de que llegara Thorin había estado indagando y la había encontrado. No iban a salir ilesos los guardias desde luego. Todavía podía el enano interactuar algo con el mundo de los vivos, por lo que si podía hacer algo para liberar a sus antiguos compañeros lo haría sin dudar un segundo. Ya se sentían los resoplidos de los enanos y las pequeñas risas burlonas de los elfos. Gandalf se preparaba, no tardarían en verlo o sentir sus pasos.
-Gandalf, debo deciros que durante poco tiempo seré visible para vos o cualquier otro ser y solo Bilbo podrá verme u oírme, luego puedo explicaros ya que podéis usar vuestros poderes de Istar. Mas por el contrario sí que podré luchar y aún interactuar con algunos objetos. Por tanto tened cuidado con los elfos y salvad a mis compañeros si yo no puedo hacerlo. -Suspiró Thorin.
-No os preocupéis, Thorin. Ya tendremos tiempo de aclarar nuestras dudas después. -Asintió el mago.
Los enanos y los elfos se encontraban doblando una última esquina. Gandalf intuyó algunas de sus palabras en élfico. "Escuché algo proveniente del pasillo." Decían algunos. Estaban prácticamente al descubierto ya. Soltó el Istari un último suspiro y sostuvo su vara firme, apuntando hacia arriba. Después apareció por el pasillo y todas las miradas se dirigieron hacia él. Golpeó con fuerza el suelo y con un gran estruendo creó un temblor que resonó en las Montañas. Un destello y un rayo plateados salieron del bastón que dejó ciegos un buen rato a todos los presentes menos a Thorin, a quién el mago dirigió una mirada para que fuera con Bilbo, y el enano así lo hizo. Los elfos miraron al mago, incrédulos. ¿Cómo había escapado de la prisión? Ellos no lo sabían, pero era un Istari después de todo, un enviado de los Valar a Arda, y unos barrotes de piedra por supuesto no podrían con él. No tardó Gandalf en desenvainar a Glamdring para enfrentarse a los elfos y se escuchaban ya los gritos de los enanos en las celdas celebrando su próxima victoria.
-¡Gandalf! -Exclamaban algunos.
-¡Tranquilos, compañía! Una vez fuera de las celdas podréis derrotar a tantos elfos y trasgos como queráis. -Rió Gandalf.
.
Los guardias elfos seguían ocultos. Läfnir seguía lanzando ataques a diestro y siniestro hacia Bilbo que no podía hacer más que contrarrestarlos o esquivarlos. Estaba empezando a cansarse y pocas oportunidades había tenido de atacar al elfo, y todas ellas habían fallado. Por suerte no lo había herido as de gravedad que el corte en el brazo, mas arañazos aparecían por sus piernas ya. Fue en unos minutos cuando de nuevo los ojos de Bilbo blancos y sin brillo se tornaron al ver una luz aparecer de nuevo y un estruendo sacudir el suelo. Thorin apareció y Gandalf acababa de cegar a los elfos en esos momentos. Aprovechó Bilbo el temblor y cruzó al otro lado junto a Thorin lanzando un rápido ataque a Läfnir lanzándose hacia el de un salto y le hizo un corte en el cuello, y mientras saltó habló.
-Para la próxima vez que nos veamos, siervo de Sauron, harás bien en recordar mi nombre: Bilbo Bolsón. -Y fue entonces cuando gritó y le hirió.
Un quejido agudo salió de la boca de Läfnir y cayó al suelo mientras se llevaba una mano al cuello. Despertó en su corazón -si es que tenía- un sentimiento de rabia e ira hacia Bilbo como nunca había podido sentir por otro ser. Odiaba a ese maldito hobbit que tan indefenso le había parecido al principio.
-¡Por supuesto que recordaré tu nombre, miserable! ¡Y tú me recordarás a mí el resto de tus días que bien pocos serán! -Exclamó el elfo por último y Bilbo corrió junto a Thorin para huir de ellos.
Todos los elfos habían ido a ayudar a su señor, pero todavía permanecían algunos escondidos lanzando dardos envenenados, y con suerte todos pasaron por sobre la cabeza de Bilbo y a Thorin no podían darle. Tras un tiempo se encontraron al fin con Gandalf y los enanos -y estos últimos al espíritu no podían ver-. Entonces le habló a Bilbo antes de continuar.
-Bilbo, ahora he de dejaros. Debéis continuar con la compañía, yo no tardaré en aparecer pero para entonces solo tú podrás verme y oírme e interactuar conmigo. Entonces podré explicarte lo que está ocurriendo. -Dijo el enano y empezó a desvanecerse.
-Que así sea pues. -Suspiró Bilbo. -Pero me habéis prometido volver así que no me dejéis tirado. -Rió.
Rió Thorin también y desapareció completamente. Mientras Bilbo siguió a Gandalf y a los enanos durante lo que parecieron días o meses, pero no fueron más que horas. Horas corriendo a gran velocidad por el interior de las Montañas matando trasgos y esquivando trampas, esgrimiendo hachas y espadas. ¿Tan largo era el camino? A Gandalf extraño le pareció, no recordaba que tan largo fuera el camino. Un escalofrío de mal presentimiento sintió y fue entonces cuando comenzó a ver luz al final.
-¡Ya casi llegamos, compañeros! ¡Aguanten! -Exclamó el Istari.
Todos estaban agotados, sus piernas les respondían de milagro para correr. No podían. Pero vieron la luz al final del pasillo, de nuevo un boquete que los llevaría a la salida. "¡Salten!" Fue lo último que escucharon decir al mago antes de salir. Saltaron y se encontraron deslizándose por una larga perndiente rocosa hasta que al fin tocaron el suelo.
-¡Al fin, salimos! -Exclamaron algunos.
Entre gritos de alegría se encontraba la mirada de desconcierto de Gandalf. ¿Dónde se encontraban? Desde luego no al Este de las Montañas Nubladas. Sino al Sur. Cercanos a Rohan. Se alzaba más adelante una gran torre negra. El Istari conocía muy bien ese sitio. Habían llegado corriendo hacia Isengard, el sitio de la torre de Orthanc, hogar de Saruman el Blanco.
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[FanFic] El Hobbit: La Tierra Media en Peligro. Empty Re: [FanFic] El Hobbit: La Tierra Media en Peligro.

Mensaje por Golden Freddy Jue Abr 02, 2015 7:11 am

VI: Un "pequeño" desvío.

Isengard, situada al Norte de Rohan y al Sur de las Montañas Nubladas. Allí se hallaban. Después de tan largo camino y tras estar prisioneros, ahora se habían desviado bastante de donde debían llegar. Los enanos parecían confundidos al observar la torre negra que se alzaba más adelante, desconcertados. Gandalf sabía que se encontraban frente a Orthanc, que iban a tardar bastante en llegar al Bosque Negro, pero también que habrían de descansar, aunque fuera acampar junto a la torre, estando protegidos por su viejo compañero, también Istari, Saruman el Blanco, el más poderoso de su orden.
-Gandalf, ¿dónde nos encontramos? -Se atrevió a preguntar Bilbo.
-No estamos cerca para nada del Bosque Negro, eso os lo puedo asegurar. -Comenzó el mago. -Os pondré en situación, joven Bilbo. Nos hemos desviado bastante con respecto al camino que debíamos tomar, es decir, fuimos hacia el Norte.
-¿Queréis decir que estamos en... Rohan? -Intentó adivinar el hobbit.
-No exactamente pero sí muy próximos a sus tierras, prácticamente en el límite de éstas. -Se detuvo un momento y se dirigió tanto a mediano como a enanos. -Compañeros, nos hallamos en este momento en Isengard, donde se encuentra sitiada la torre de Orthanc. Tenemos suerte de que un viejo amigo viva aquí y pueda ayudarnos.
Bilbo había leído algo sobre Orthanc en libros, alguna vez había visto el nombre de la torre en éstos. Sabía también que antaño había pertenecido a la raza de los hombres, mas tiempo después fue el Istari Saruman el Blanco quien la ocupó. Algo había indagado sobre los Istaris desde que Gandalf le mencionase que eran cinco. Saruman era el más poderoso de la orden. Luego estaba Radagast el Pardo, que conoció en su anterior viaje, un mago amigo de los animales y bestias. Gandalf el Gris, al cual conocía ya demasiado y era su amigo incluso. Alatar y Pallando los Azules era de los cuales tenía menos conocimiento y no recordaba lo que sobre ellos había leído.
-¿Amigo? ¿Significa eso otra de vuestras extrañas compañías? -Preguntó Dwalin, el cual seguía sin fiarse en demasía de Gandalf.
-Debéis confiar en él Dwalin, es un Istar de mi orden y por tanto nos ayudará. -Suspiró el mago, que empezaba a cansarse de la cierta desconfianza que todavía los enanos profesaban por él.
Todavía resoplaban y refunfuñaban los enanos, más que nada recelaban de las compañías de Gandalf. Bilbo, por el comtrario, ansiaba ver en persona a otro de los Istari, al menos desde que se interesó más por Arda y su historia. Avanzaron entonces hacia la torre, rodeada en sus alrededores por un círculo de piedra cuyo camino conducía hacia senderos arenosos y verdes y arboladas zonas. Los enanos mientras tanto murmuraban y Gandalf mantenía su carácter pensativo mientras caminaba, y como no, Bilbo no hacía más que observar a su alrededor como alguien que anda perdido y al mismo tiempo disfruta de estarlo -algo curioso, por cierto-. Pasaron el círculo de piedra y llegaron bastante cerca de las puertas de Orthanc cuando estas crujieron y se abrieron lentamente. Todos se detuvieron y observaron a la persona que salía de la torre. Era un anciano, de cabellos blancos y larga barba gris, y sus ojos oscuros eran. Vestía un largo manto blanco y se apoyaba en un bastón negro en cuya punta encerraba una esfera clara.
-Saruman. -Saludó Gandalf, inclinando la cabeza en señal de respeto a su superior.
-Gandalf el Gris, es en verdad una grata sorpresa para mí ver que está aquí. -Saludó Saruman.
-Para mí también fue una gran e inesperada sorpresa encontrarme tan al Sur de donde deseaba estar, pero por otra parte me servirá de ayuda para hablar con usted, viejo amigo. -Dijo el Gris.
-Desde luego es en verdad bastante oportuna vuestra presencia aquí en estos instantes, pues debo informarle de que tengo asuntos que tratar con usted sobre esos Cristales Mágicos. -Dijo el Blanco.
-¿Qué clase de asuntos podrían involucrar a los Cristales y por tanto a mi misión y la de mi compañía?
-Si hace el favor de pasar conmigo a la torre, se lo diré. Además habría de llamar a la Dama de Lórien, pues ambos somos los que debemos comunicarle estas nuevas. -Se giró Saruman hacia las puertas. -Pero, su compañía deberá esperar afuera por el momento, mas pueden descansar sin problemas.
Gandalf asintió y se apresuró a seguir a su superior. Los enanos se situaron en los alrededores de Orthanc, bien sentados en la hierba o en rocas o junto a árboles. Bilbo decidió separarse algo del grupo, bien para pensar o bien para esperar a que Thorin apareciese de nuevo a aclarar sus dudas, cada vez más crecientes. Se sentó a la sombra de un árbol apartado del resto, que le preguntaron varias veces que si gustaba de unirse a sus conversaciones, y el mediano respondió a aquellas preguntas con un "Necesito soledad para pensar" y los enanos lo entendieron -ellos en cierto modo también intentarían pensar-.
Durante unos minutos, Bilbo intentó relajarse y no pensar solo en los problemas que se le vendrían encima, y también se dedicó a curar algo la herida de su brazo al pedirle antes que nada algo para limpiarla a los magos, que le ofrecieron vendajes y plantas medicinales de buen gusto -los Istari estaban ocupados hablando de esos asuntos tan importantes como para atenderlo en ese mismo momento-. Ahora estaba en un estado mejor y no dolía como antes, pero además tenía alguna que otra raspadura y astilla en los pies por la anterior lucha con Läfnir, elfo que todavía lo inquietaba. ¿Por qué lo odiaba ahora de esa manera? Era otra de las varias preguntas que se hacía en ese momento. En unos minutos de nuevo sus ojos se tornaron extraños y una ráfaga de aire pasó por su espalda. De nuevo apareció Thorin resplandeciendo ante su vista, que se sentó a su lado, sonriendo.
-Señor Bolsón. -Saludó el enano mientras tomaba asiento.
-Thorin. -Devolvió Bilbo el saludo.
-Bien, supongo que tendréis dudas que preguntarme, e intentaré responderlas y de buen grado. -Sonrió Thorin.
-Pues la verdad es que sí, tengo cosas que preguntar sobre esta extraña misión o como queráis llamarlo en la que me encuentro. -Suspiró el mediano. -Pero, la pregunta más importante para mí ha sido: ¿por qué yo? Sigo sin comprenderlo, ninguna de las respuestas que me dan a esto pueden ayudarme a aclararlo. Después de todo, solo sigo siendo un hobbit insensato y curioso como en otros días fui.
-Permíteme dudar sobre eso de que sois insensato, pues no lo creo. Solo son insensatos los que se privan de hacer aquello que anhelan y se encierran en su mente, en un mundo de soledad.
-Pero el ser inútil no me lo quita ni el mismo Eru. Te podría haber salvado. A ti, a Fili y a Kili. Pero, ¿lo hice? No. No lo hice. Y esa culpa me estará persiguiendo siempre. Porque no pude hacer algo útil en una mísera oportunidad que tuve. Y te pido perdón de nuevo por todo lo que hice y por lo que no llegué a hacer. -Susurró Bilbo y apretó sus puños contra sus rodillas, mientras un par de lágrimas resbalaban por su rostro.
-Soy yo el que debería pediros perdón, a ti y a todos. Pues no fui si no yo el que sucumbió al mal del dragón. E hicisteis mucho en la compañía, porque, lo creáis o no, nos ayudasteis bastante en nuestra búsqueda, y sigo pensando que aquella bellota fue escasa recompensa para vos. -Rió Thorin.
Y justo entonces sacó una bellota de su largo abrigo y la puso en las manos de Bilbo, que había cesado de llorar. El hobbit lo miró con ojos brillantes y una sonrisa temblorosa. El enano sonrió también, y quería que Bilbo no pensase que era un simple inútil. Porque no lo era. Era un mediano valiente y sensato. Entonces, de súbito, se levantó un viento frío que removió con fuerza los árboles cercanos. Los que sentados se encontraban se levantaron y se giraron, y los Istari salieron de la torre. Una sombra voladora surcaba el cielo en la lejanía y cada vez se acercaba más, batiendo sus alas y levantando viento en Isengard.
Tanto Gandalf como Saruman se acercaron más. Un águila de las Montañas Nubladas se acercaba a la torre, con dos pasajeros. Aterrizó al fin dentro del círculo de piedra y ahora todos se aproximaron. Dos formas bajaron del ave; una elfa y un elfo. Los magos distinguieron a la elfa, y agacharon sus cabezas a modo de saludo y respeto. Desde luego era la Dama Blanca de Lórien: Galadriel. Su acompañante debía ser un elfo que la acompañaba para guardarle las espaldas, aunque no vestía la típica armadura de Lothlórien, sino en su lugar una armadura de bronce, además de que sus cabellos castaños eran notablemente más cortos que los comunes de los elfos. Mientras que la Dama de Lórien parecía irradiar una luz que nadie podría corromper. Vestía un largo vestido blanco e iba con una capucha del mismo color que éste, de la que se veían salir sus cabellos dorados y también se podía observar una pequeña diadema plateada.
-Dama Galadriel. -Saludaron los magos al unísono.
-Mithrandir. Saruman. Temo que mi presencia no sea para anunciar buenas noticias. -Saludó Galadriel también.
-Nuestra propia presencia aquí tampoco anuncia buenas noticias. -Dijo Gandalf.
-Pasemos a la torre. -Invitó Saurman.
Antes, la Dama dirigió al elfo unas palabras élficas, a las que éste asintió. Y mientras los tres de los cuatro miembros del Concilio Blanco pasaron a Orthanc. Los enanos miraban todavía confundidos al águila que levantaba su vuelo, sin terminar de comprender lo que ocurría. Bilbo había estado todo el tiempo mirando con brillo en los ojos a Galadriel, de la que había leído en libros de la historia de Arda. El elfo que acompañaba a la señora de Lothlórien se sentó próximo a una roca, y el mediano y Thorin se acercaron -el enano más bien por mandato del hobbit-. Como no, Thorin había respondido a Bilbo algo como: "No me gustaron los elfos en vida, no creerás que me van a agradar ahora en muerte". El mediano se presentó, y el enano al no poder ser visto simplemente observó, apoyado en el otro lado de la roca.
-Bilbo Bolsón, a vuestro servicio. -Saludó Bilbo, agachando la cabeza.
-Capitán Aradraug Faelivrin, al vuestro. -Saludó el elfo, saltando de la roca y sonrió al hobbit.
Probablemente era al primer hobbit que viera en su larga vida, o tal vez no. Aradraug, como se había presentado antes, no parecía demasiado un elfo de Lórien, más que nada por su cabello algo corto para un elfo -por el que asomaban algo sus puntiagudas orejas- y menos por su armadura de bronce, aunque llevaba gravadas hojas como símbolo del bosque. Además llevaba una capa que parecía azulada a la luz del sol. En cierto modo a Bilbo le recordaba a otro elfo. Observó Aradraug la herida del hobbit y suspiró.
-Es herida os la hizo Läfnir, ¿verdad? -Suspiró el elfo.
-Sí, ¿qué os ha hecho suponer eso? -Preguntó Bilbo, curioso.
-Veréis es que Läfnir es, o fue en un tiempo, mi hermano. -Suspiró de nuevo.
-¿V-Vuestro hermano? -Medio exclamó el hobbit, sorprendido.
¿Como era posible que un elfo malvado como Läfnir fuese hermano de un capitán -de Lothlórien además- como Aradraug? Bilbo no lo comprendía, pero si en un tiempo fueron hermanos, significaba que el que hace unas horas había tratado de matarle había tenido corazón en otro tiempo.
-Así es. Y me arrepiento de no haber podido hacer nada por evitar que se convirtiera en lo que es ahora. -Contestó Aradraug.
-Y, si no os importa decírmelo, ¿por qué es así ahora? -Preguntó el mediano.
-Lo sabréis muy pronto, Bilbo Bolsón. Mas ahora no puedo contarle mucho. Le diré que iréis usted y vuestros compañeros a mi morada: los bosques de Lothlórien, y allí quizá podamos tratar mejor ese tema. -Respondió el elfo, sonriendo.
-Que así sea pues. Y no le voy a mentir, pero ardo en deseos de contemplar Lórien. -Sonrió Bilbo.
.
Mientras tanto, en Orthanc, los magos y la Dama se habían reunido en una sala de la torre oscura si no fuera por la luz que entraba por unos ventanales, con una mesa redonda y sillas, todas bajas. Tenían que tratar un asunto grave y curioso sobre los Cristales que muy pocos de la Tierra Media sabían.
-Mithrandir, hace unos días estuvistéis usted y vuestra compañía en Rivendel, y Lord Elrond -miembro también de este Concilio- os explicó algunas interesantes cuestiones sobre los Cristales Mágicos, ¿me equivoco? -Afirmó Saruman.
-No os equivocáis, Saruman. -Confirmó Gandalf.
-Pues la Dama y yo indagamos aún más sobre estos asuntos, y al parecer había cosas sobre ellos que no sabíamos hasta ahora, y no es en absoluto mejor que lo que sabíamos ya. Conocéis la historia de los Silmarils, sabréis que se hicieron con las luces de los árboles de Valinor por Fëanor, y que solo uno se pudo recuperar. -Comenzó a explicar el Blanco. -Pues estos Cristales no son sino una artimaña de Sauron para imitar a éstos, por intentar complacer una vez más a su antiguo amo Morgoth e intentar confundir a la Tierra Media para después dominarla.
-Esperad, ¿Sauron consiguió tomar poder de nuevo, después de haberlo hecho retroceder en Dol Guldur? -Exclamó el Gris, en gran parte sorprendido.
-Así es, porque solo lo hicimos retroceder. Además, tuvo la ayuda de uno de sus fieles siervos: Läfnir. Al que ya habéis conocido. -Siguió Galadriel ahora. -El cual aprendió las artes oscuras de la magia negra por parte de Sauron, que aún habita en la tierra de Mordor, escondido en su propia sombra. Él y Läfnir intentaron imitar a los Silmarils para conseguir más poder y dominarnos a todos. Pero aún le faltaba el Anillo Único, aún perdido. -Gandalf tragó saliva un momento mientras la Dama hablaba. Hace unos años sabía perfectamente quién tenía el Anillo. -Además, no lograron controlar sus propios poderes y los Cristales terminaron esparciéndose por distintos sitios de la Tierra Media. Uno lo guarda él en las Montañas Nubladas, otro sabemos que se encuentra en el Bosque Negro, otro en las Montañas Grises, uno más lo guarda Sauron en Mordor y hay uno aquí mismo, en Isengard. El cual tenemos bien escondido en una sala subterránea de la Torre.
-¿Cómo son entonces esos Cristales? -Preguntó Gandalf.
-El que encontramos aquí parece ser verde, del mismo verde que las esmeraldas, aunque ahora mismo estará apagado, pues solo se manifiesta su poder si el que lo posee así lo quiere o está en un momento de extrema necesidad. No me he atrevido a despertarlo todavía, solo saben Sauron su creador y Eru lo que pueden hacer esos artefactos. -Explicó Saruman. -Pero debemos evitar que Läfnir los reúna todos de nuevo o las consecuencias podrían ser terribles, pues podría atreverse entonces a recuperar el Anillo Único. Y además de eso destruirlos, aunque ni nosotros mismos sabemos cómo hacerlo.
-Quizá hay alguien... Que sí pueda. -Pensó un momento el Gris.
-¿A quién proponéis, Mithrandir? -Preguntó la Dama.
-A Bilbo Bolsón. -Dijo Gandalf y los dos que lo acompañaban se sorprendieron bastante con esta elección del mago.
.
Había estado Aradraug conversando con Bilbo sobre Lothlórien y muchos lugares de la Tierra Media más. Ahora el mediano se encontraba de nuevo con Thorin caminando por los alrededores de la torre, siempre alejados del resto. Aún el enano no había respondido a ninguna duda del hobbit, aunque todavía les quedaba tiempo.
-Thorin, aún hay cosas que no entiendo. -Dijo Bilbo mientras se detenía y se giraba hacia el enano.
-Supongo que será así. -Suspiró Thorin.
-Pero, ¿por qué volvisteis? -Preguntó el mediano
-Pues ni yo mismo sabría decíroslo, saqueador. -Comenzó el enano. -Aunque, en realidad, fui yo el que quise volver en un principio.
-¿Y por qué entonces solo yo puedo veros?
-Bien... En realidad yo fui el que elegí que solo tú pudieras verme, pues de otra manera ni tú ni nadie podría hacerlo. Es decir, casi supliqué por ello... -Suspiró Thorin, tragando saliva.
-¿Pero por qué yo y no otro más?
-Bilbo, porque yo... -Iba a decir Thorin, pero se vieron interrumpidos entonces por Gandalf, que llamaba a todos los enanos a reunirse, Bilbo incluido.
-Bueno, podemos hablarlo más tarde. -Sonrió Bilbo.
Thorin asintió y se limitó a seguir a Bilbo hasta donde los demás se encontraban. Allí estaban el Gris, Galadriel, los enanos y Aradaug esperando y hablando entre ellos. Parecía ser que esperaban de nuevo a las águilas para llevarlos a a Lothlórien a todos ellos. ¿Que harían allí? Por el momento parecían no tenerlo demasiado claro. Aunque todos ellos tenían un mal presentimiento ahora. En unos minutos se podían avistar ya las grandes águilas sobrevolando el cielo, en las que tenían la necesidad de ir al ser al camino bastante largo y en todo ese tiempo Läfnir podría haber incluso destrozado el bosque.
-Que la luz de los Valar os guarde en vuestra misión, Mithrandir y compañía. -Se despidió Saurman.
-Y que la torre de Orthanc siga erguida por mucho tiempo impasible, Saruman. Quizá nuestros caminos se encuentren más pronto de lo que pensamos.m-Se despidió también Gandalf.
Entonces llegaron las águilas -unas seis, y tuvieron que dividirse en parejas-. Tan pronto como montaron a ellas, ya estaban volando sobre las tierras que rodeaban Isengard. Para en un tiempo, poder visitar los bosques que Lothlórien.
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Mensaje por Glitchy Girl Sáb Abr 04, 2015 12:30 pm

Antes de dar mi opionion tengo que decir que yo no soy muy fan de el señor de los anillos pero me tome un rato para leer tu historia tiene una buena trama y tu forma de redactar es genial
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